Por Mariano Cerrato
@MarianoDCerrato

La pandemia del coronavirus sin lugar a dudas modificó la rutina de todos con el comienzo de la cuarentena obligatoria, lo que perjudicó de manera directa a los centros de jubilados, que se vieron obligados a cerrar sus puertas y suspender sus habituales actividades para los adultos mayores que concurrían a esos lugares.

Crónica habló con los referentes de distintos centros, quienes se mostraron preocupados en torno al sostenimiento económico de estos lugares, coincidieron en que los establecimientos pequeños son los que “más sufren el cierre” y se refirieron a como los más ancianos padecen la situación de forma dramática.

Los efectos de la pandemia en lo social

Hoy damos charlas de profesores vía Internet, por videollamada de Zoom o por WhatsApp. Tenemos profesores que dan distintos talleres los sábados y así nos entretenemos. Pero el problema es que ni siquiera una cuarta parte de todo mi grupo tiene Zoom. Muchos tienen teléfonos viejos o no saben usar la aplicación”, explica a Crónica Margarita “Kuky” Sánchez, referente del centro de jubilados De los Patricios, en el barrio porteño de Barracas y un centro en La Boca, con los que acumula 1200 socios.

En este sentido, Kuky considera importante “llamar y estar atentos” a las necesidades de los adultos mayores, pero al mismo tiempo remarca que esto es algo que no puede hacer en todos lados porque “algunos centros tienen dueños de más de 80 años, que también se deprimen”.

Por su parte, el presidente del centro de jubilados “La Esperanza” de la localidad bonaerense de Sarandí, Ruben Quiroga, señaló que “muchos compañeros” lo llaman y “se descargan, lloran” por sentirse solos y extrañar las actividades que solían hacer todos los fines de semanas. “Va a ser difícil poder volver a hacer bailes como los que hacíamos antes, con grandes comidas los fines de semana. Solíamos hacer actividades como el tejo, jugar a las cartas, bailar tango o ver juntos alguna película y todo eso se extraña mucho”, resalta Ruben, quien a sus 74 años conserva en el centro la mayor parte de su vida social.

El centro “La Esperanza” no ha logrado llevar adelante reuniones virtuales y la comunicación de Ruben con los 350 socios que pertenecen al lugar es poca en la actualidad, aunque mantiene “llamadas por teléfono con las personas más cercanas”, a quienes trata de animar para que puedan “levantar el ánimo” aunque “es difícil”.

La sede del centro de jubilados Nicolás Avellaneda (Pablo Villán/Crónica).

Las dificultades económicas que atraviesan los centros de jubilados

Uno de los grandes desafíos para los centros de jubilados es poder sostenerse en el actual contexto de pandemia, lo que para tanto para Kuky como para Ruben generó que los centros más pequeños probablemente no vuelvan a abrir cuando pase todo”.

“Tengo una conocida que tiene un local chico y tuvo que poner en garantía su departamento para poder tener su centro de jubilados. Hace varios meses que se le está complicando poder pagar las cuotas porque no tiene ingresos y los socios dejan de pagar con toda esta situación, por lo que tiene miedo de perder el lugar en donde vive”, relata Kuky.

Para ella, poder resistir la situación es posible porque logró “recaudar mucho” en la organización de “rifas y sobre todo de viajes”, sumado a que logró una “tarifa social en las tarifas de luz y gas”, pero confiesa que todo lo que es tareas de mantenimiento hoy es difícil de realizar.

Los abuelos le piden a la Virgen que termine la pandemia (Pablo Villan/Crónica).

Sobre esta misma línea, Ruben también valoró que recibieron durante la pandemia un subsidio de 15 mil pesos para poder pagar los impuestos, aunque logra mantener el lugar en mayor medida también “gracias a los ahorros de viajes”.

Para Kuky los viajes son una de las cosas que más disfruta de su trabajo. Piensa y se lamenta por el viaje que no pudo ser este año a la provincia de Mendoza y recuerda alguno de los tantos viajes que realizó junto a los grupos de jubilados.

Entre esos momentos, rememora un viaje a la ciudad mexicana de Cancún y en los “lindos recuerdos” que le dejaron aquellos días, con el deseo de que todo pronto se normalice, pero con escepticismo respecto a lo que pueda llegar a suceder con el estado de ánimo de los adultos mayores, a quienes ve que “se mueren por depresión, por sentirse solos, porque es algo que les repercute en la salud”, en una edad en la cual el establecimiento de vínculos toma un lugar clave.

Reparaciones en plena pandemia

Con el aporte económico de algunos de sus socios, el Centro de Jubilados Nicolás Avellaneda de Gerli logró recaudar $300.000 para realizar una serie de refacciones en el lugar. Sin embargo, esa ayuda no alcanza para completar todo lo que necesitan.

“No tenemos entradas de turismo, de fiestas, de nada. Con lo que juntamos les pagamos a los albañiles y pintores que están trabajando. El centro necesitaba hacerse de arriba abajo y no podíamos esperar más porque se estaba cayendo a pedazos. Por eso ahora estamos esperanzados con que el municipio nos tire una soga”, dijo Alberto Rossi, secretario de la institución, quien agregó: “Los jubilados venían a distraerse, pero hoy por hoy no hay ninguna actividad. Hicimos un par de reuniones virtuales, pero no todos se han podido sumar. Claramente no es lo mismo”.

Algunos centros aprovechan el parate para hacer reparaciones (Pablo Villan/Crónica).

Solidaridad y contención para los adultos mayores

La situación de los centros de jubilados también contempla otras variables, como la de “Nueva Argentina”, que funcionaba para las reuniones de los adultos mayores en tiempos anteriores a la pandemia y ahora se abre solo como comedor para la gente de la tercera edad. “El comedor está volcado al área social y permite que quienes se acercan puedan llevarse la vianda”, expresaron referentes del establecimiento.

Desde el espacio detallaron a Crónica que se reparten por día alrededor de “70 viandas”, que contienen comida como “sopa de verduras, milanesas de pollo”, así como distintas guarniciones. A pesar de que no han podido seguir funcionando en la habitual forma, en este caso como en otros los adultos mayores tienen un lugar de contención que, si bien no suplen los momentos recreativos que pueden tener dentro de un centro, encuentran asistencia clave en el actual contexto de pandemia por el coronavirus.

Tuvo coronavirus y pudo salir adelante

Alberto Rossi, quien se desempeña como presidente del área de Turismo y Fiestas del Centro de Jubilados Nicolás Avellaneda de Gerli, del cual también es secretario, se infectó de covid-19 a principios del mes pasado.

“Tuve la enfermedad y sigo. No tuve ni tengo miedo, aunque en ese momento sentí mucho dolor en las piernas, en la cintura, tuve fiebre y hasta llegué a estar internado por unos días en una clínica de Quilmes”, contó a Crónica el hombre de 70 años.

Su esposa, Mirta, también sufrió la enfermedad. “Ella está bien, pero hay que cuidarse”, indicó. “Quiero destacar la labor del presidente del centro, Jorge Bresín, quien me cubrió cuando yo estaba con Covid-19. Es una gran persona y un excelente compañero que nunca te deja a pie, precisó Rossi, que actualmente concurre seguido al establecimiento para supervisar tareas de mantenimiento. Entre los adultos, el riesgo de enfermarse gravemente a causa del coronavirus aumenta con la edad, por lo que los adultos mayores corren mayor riesgo.

Por M.C.