Por Prof. Antonio Las Heras(*)
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Cada 14 de abril se cumple un nuevo aniversario del fatídico impacto del Titanic, aquel formidable transatlántico al que se atribuyó prematura fama de insumergible, contra un témpano enorme. Dos horas más tarde, el navío se hundía hasta el fondo del mar en las gélidas aguas del Atlántico norte, allá por 1912.

Aquel vapor, construido entre 1909 y 1912 en el astillero Harland and Wolff de Belfast, Irlanda, era el segundo de los tres transatlánticos que formaban parte de la clase Olympic, propiedad de la naviera White Star Line, junto al “RMS Olympic” y, posteriormente, el “HMHS Britannic”.

Específicamente, el “ Titanic” tenía 275 metros de longitud, más de 46.000 toneladas de peso y unos 40 metros de altura. Fue construido con un doble fondo especial, estando su casco constituido por 16 compartimientos estancos, aislados herméticamente separados unos de otros.

¿Qué riesgos podía correr una embarcación con estas características? En apariencia, ninguno.

El genetista estadounidense, Thomas Hunt Morgan. 

Esto es lo sabido

Tal era la confianza de la empresa armadora, de los propietarios y del asegurador de la White Star Line, que se admitió colocar sólo 20 botes salvavidas capaces de trasportar a 1.180 personas.

Sin embargo, como se sabe, el Titanic en su viaje inaugural -y último- llevaba a bordo un número nunca precisado pero que, entre tripulación y pasajeros, superaba los 2.200. Lo ocurrido es historia conocida y cíclicamente reflotada a través de libros, relatos y filmes. Concretamente, unas 1.500 personas desaparecieron en las heladas aguas del océano, que a esa altura del año tenía inmensos témpanos desprendidos del polo norte.

La tragedia, con todo, habría sido mayor si otra embarcación de grandes dimensiones, el “Carpathia”, no hubiera estado a pocas horas de navegación del sitio en que ocurrió el hundimiento.

"El hundimiento del titán". El libro en cuestión.  

Lo que no se conoce

Aun así, lo que no suele decirse, y es de gran interés para los parapsicólogos que investigamos la precognición (conocimiento cierto de hechos futuros revelados exclusivamente por vía extrasensorial), es que lo ocurrido al “ Titanic y a quienes en él iban ya había sido anunciado una década y media antes.

Con mucha precisión. Veamos los hechos. Morgan Robertson, escritor estadounidense, publicó en 1898 en Nueva York su novela titulada “The Wreck of the Titan” (“El hundimiento del Titán”) en la prestigiosa revista McClure’s Magazine.

La sinonimia entre “Titán” y Titanic” es por demás evidente; pero no acaban allí las misteriosas coincidencias, únicamente explicables por la parapsicología. En la novela que escribió Robertson es descripta la construcción de una enorme embarcación a la que, por sus detalles, se piensa insumergible.

Empero, de manera imprevista, en su primer viaje, encuentra un témpano al que no consigue eludir, impactando contra esa masa de hielo para hundirse en medio del Atlántico durante un día de abril. Todo lo cual concuerda con la historia delTitanic”. Pero hay más precisiones sorprendentes entre lo imaginado (¿imaginado?) por Morgan Robertson a fines del siglo pasado y lo ocurrido realmente con elTitanicquince años después.

Ambas naves tienen tres hélices. El “Titán” desarrolla una velocidad de 25 nudos en el momento del accidente. El “ Titanic” avanzaba a 22 nudos. Tanto el “Titán” como el “ Titanic” desplazan 68.000 toneladas.

Del “Titán” se explica que transportaba 3.000 pasajeros, cifra bastante próxima a los más de 2.200 que llevaba la nave que naufragó en 1912. La eslora del “Titán” era de 244 metros; la del Titanic medía apenas 26 metros más. El “Titán” llevaba sólo cuatro botes salvavidas más que el vapor británico.

En los dos casos, las pérdidas humanas fueron enormes. Ambos barcos se hundieron por completo.

Sugestivas coincidencias

Las coincidencias son, prácticamente, totales. Por ello debe descartarse una simple casualidad o coincidencia. Cualquier análisis estadístico demostraría que la probabilidad de que se produzcan tales coincidencias es prácticamente imposible.

Asimismo, hay que tener en cuenta que el navío imaginado por Morgan Robertson era inconcebible para la ingeniería naval en el momento de escribir su novela. Todo esto hace que estas similitudes llamen significativamente la atención. Tenemos, entonces, una explicación parapsicológica para arrojar claridad sobre lo sucedido. Y es la siguiente: en el momento de dedicarse a escribir su obra, Robertson, profundamente concentrado, quizás cansado por trabajar en exceso y en un estado psíquico de semiconciencia -tan habitual en los creadores literarios y plásticos, que bien puede llamarse “estado alterado de conciencia”-, produjo un hecho parasicológico.

Tuvo lugar, a través del acto de escribir, un fenómeno extrasensorial de precognición: consiguió determinar un acontecimiento real que recién habría de tener lugar en un futuro cercano. Porque se impone una pregunta: ¿qué son quince años en términos de eternidad? Un suceso relacionado con lo que se proponía desarrollar en la novela. En verdad, escribió una novela histórica… ¡sobre un hecho futuro! Historió lo que todavía no había sucedido. Como Julio Verne cuando describe el primer viaje tripulado a la Luna.

Otra posible explicación

También se puede aplicar la “ley de sincronicidad” enunciada por el sabio suizo Carl Gustav Jung (1875/1961), que es la ley opuesta y complementaria a la de “causalidad”. En la sincronicidad, dos o más hechos aparecen conectados no por una relación de causa y efecto, sino por similitud o simbología. La sincronicidad no está limitada ni por el tiempo ni por el espacio ni por la materia. Lo mismo que la fenomenología parapsicológica.

(*) Es cofundador y actual presidente de la Asociación Argentina de Parapsicología. Email: [email protected]

¿Cómo pueden los autores y guionistas "ver" cosas que luego se harán realidad?

Cuando se regresa del futuro, sólo para contarlo

Por Jorge Fernández Gentile

Cuántas veces, a lo largo de la historia, diferentes científicos, escritores, guionistas y directores, de distintas formas, en un libro, una serie o un filme, pero también en muchas investigaciones, han relatado hechos que, en el tiempo, terminaron por desencadenarse de forma muy parecida? No hablamos de profetas que predijeron el futuro, como los notables Nostradamus, Baba Vanga o nuestro Florencio Solari Parravicini

quienes con sus predicciones aún hoy continúan sorprendiendo a incrédulos y a otros que no lo son tanto. Porque es indudable que el marino y escritor estadounidense Morgan Robertson no hizo un cúmulo de aciertos en su vida. No tuvo ni expresó otras visiones que quedaran plasmadas para la posteridad. Solamente imaginó su novela con tantos detalles mínimos que no queda otra que comprender que vivió un notable caso de precognición de lo que sucedería; lo supo, pero quince años antes.

Hasta el sorprendente Julio Verne podría encuadrarse en esa categoría de testigo privilegiado de lo que vendrá, a través de su observación futurista. Porque navegar en submarino mucho antes de su invención o viajar hasta la Luna no entraban en los cánones de la época en la que el notable escritor francés realizó aquellas obras. Y aunque muchas de sus anticipaciones se cumplieron, no fue un iluminado que continuamente profetizaba cosas.

Tampoco lo han sido Robertson ni Ray Bradbury, Steven Spielberg, Robert Zemekis, Stanley Kubrick; ni siquiera los geniales Albert Einstein, Nicholas Tesla, Isaac Asimov o el mismísimo Stephen Hawking, por citar aquellos que, a través de la ciencia, la escritura o el arte, plasmaron cosas que aún estaban por suceder. O que quizá todavía deban pasar y no lo sabemos.