Aquel 2 de mayo de 1982, una acción tan singular y cotidiana como tomar mate, le impidió al Cabo, Adalberto Blas Fernández estar en uno de los sectores que inmediatamente fue alcanzado por el ataque británico contra el Crucero General Belgrano.

En su camino un Sub oficial le ofreció la mencionada infusión, y no llegó a su destino, que hubiese sido fatal, y que le permite hoy ser recuerdo vivo de una jornada trágica y al mismo tiempo conmovedora. La cual lo marcaría a Fernández para el resto de su existencia, puesto que a más de dos decadas de aquella avanzada traicionera de los ingleses, reconoce: “Recuerdo los gritos de mis compañeros que se hundían en el agua junto al Crucero”.

A sus 16 años, en 1974, Adalberto Blas Fernández ingresó a la Escuela de Mecánica de la Armada, y participó del conflicto con Chile por el Canal de Beagle. En 1980 se subió por primera vez al Crucero General Belgrano, y 2 años después, el 13 de abril partía de Puerto General Belgrano con rumbo desconocido. Pero “se nos averió un turbo de alimentación en maquina de popa, que hace andar a las hélices, y tuvimos que regresar y salimos el viernes 16 de ese mismo mes”, detalló el entonces Cabo 1° Maquinista Motorizado a cronica.com.ar.

Ya con el destino confirmado, el 30 de abril de 1982, poco después de partir de las Islas de Los Estados, Blas escucha en una emisora radial chilena un comunicado que confirmaba el hundimiento del Belgrano, lo cual le llamó poderosamente la atención. Sin embargo, un día después, esa sorpresiva información parecía hacerse realidad cuando tuvo lugar un zafarrancho de combate, es decir, un alerta de ataque enemigo. Pero las condiciones climáticas frustraron la avanzada aérea británica.

Al referirse al día siguiente, Fernández recuerda minuciosamente cada momento. En primera instancia, remarcó, el oriundo de la localidad bonaerense de Copetonas, que “almorzamos fideos con tuco, que estaban muy ricos. Luego me fui a dormir una siesta, y a las 15 me desperté porque estaba muy inquieto”.

A menos de una hora de iniciar su guardia, decidió levantarse y adelantar algunas tareas. Cuando se aprestaba a llevar adelante su cometido, se cruzó con un suboficial, que interrumpió su recorrido y le dijo: “Quédate a tomar unos mates ‘Copetona’ (así lo llamaban por su ciudad de origen)”.

Si bien en principio se negó, aceptó finalmente la invitación. Fue así que pasaron tres rondas de mates, y “al cuarto mate escucho las explosiones. El primer torpedo impactó en el túnel donde va la línea de eje, de la que salen las hélices, donde yo tenía que ir para activar una bomba de petróleo. En ese sector murieron 60 hermanos míos”.

Por esas cosas del destino, Blas enfatizó que “yo estoy vivo por esos tres mates”.

Los instantes posteriores a esa explosión resultan escalofriantes al escucharlos del relato del Cabo 1°, quien percibía en aquel entonces “olor a azufre quemado, a petróleo, pero más que nada los gritos desgarradores, compañeros corriendo en llamas, y otras secuencias que son irreproducibles”.

El Crucero estaba escorado a babor, es decir, se hundía la parte izquierda del buque, y por lo tanto, Fernández se arrojó sobre una balsa, que estaba rota. En consecuencia, “tiramos otra. Éramos 19, el Belgrano se hundía de la parte trasera a la delantera, y los gritos de los compañeros que quedaron dentro, no me los voy a olvidar más en la vida”, rememoró el combatiente.

En el naufragio, la meta no sólo era ser rescatados, sino en principio no dormirse. Puesto que “el frío da sueño y al dormirte te podes morir de hipotermia. Por eso nos defecábamos u orinábamos encima, incluso nos vomitábamos, para darnos calor”, reveló Blas, quien a su vez confesó sentir una alegría inmensa cuando fueron avistados por los aviones “Neptune P111”.

Uno de ellos era tripulado por “Cuqui” Andersen, también nativo de Copetonas, y amigo del Cabo 1°, a quien le suministró su documentación para ingresar a la Marina.

Finalmente fueron rescatados por el Buque “Aviso Burruchaga”, y posteriormente trasladados al hospital de Puerto Belgrano.

A dicho centro de salud se dirigió su esposa, quien comenzó a recorrer los pasillos con una foto de Blas, con el fin de encontrar a algún soldado que lo reconociera y le informara sobre su paradero, dado que no figuraba en la lista de sobrevivientes.

Bajo ese afán, la mujer se cruzó al Cabo 2° Mario Bilares, quien en primera instancia no lo reconoció por el nombre, pero sí por la foto, expresando: “ah, sí, ‘La Copetona’. Lo están atendiendo, pero se encuentra bien”.

A 42 años, en la jornada de hoy, en la base naval Puerto Belgrano, de Punta Alta, Fernández y un grupo de Combatientes protagonizaron un acto en recuerdo a los 323 caídos y a los sobrevivientes del ataque a traición al Crucero General Belgrano, al cual asistió el Ministro de Defensa, Luis Petri. No obstante, mañana habrá un homenaje a “Cuqui” Andersen, mediante un monumento que se asentará al lado del que ya tiene el Cabo 1°, Adalberto Blas Fernández, en Copetonas.