Las veredas se convirtieron en un cementerio de restos de aves muertas. Hay que hacer equilibrio por Belgrano, Núñez y otros barrios de Buenos Aires. Las aves rapaces coparon la ciudad. En los bosques de Palermo no hay avistaje de aves. En el golf desaparecieron los teros, gorriones, jilgueros y garzas.

En 2011 se entrenaron en el ex zoológico tres variantes de halcones, caranchos, águilas y otras que se fueron sumando, por la necesidad de exterminar las palomas, porque, al no ser consideradas plaga, estaba prohibido matarlas.

Martín Scotto es abogado de la Asociación Civil de Ayuda a las Aves Pájaros Caídos y contó: “Se dio apoyo a este programa de reinserción de aves rapaces con el fin de controlar la población de palomas, pero no es el método. Las rapaces también se reproducen. No discriminan, no entienden que sólo pueden cazar palomas, sino que van a los nidos de los loros, gorriones, jilgueros, cualquier pichón que encuentren. Buenos Aires, se quedó casi sin nidos. No se salvan las crías de gatos, perro, conejos. Tampoco la forma es salir a matarlas. La solución ética es poner jaulas con carne, atrapar al rapaz y trasladarlo a otro lugar”.

Scotto resalta que las rapaces no tienen depredadores en áreas urbanas y son considerados superdepredadores. La realidad es cruel. En los bosques de Palermo, el terror se adueñó de los habitués. También invaden los balcones, los edificios y , según por donde se camina, como le sucedió a la doctora Micaela, en medio de su apuro por llegar a tribunales en la calle Olazábal, la sorprendieron las garras de una rapaz, que le apretó la cabeza por pasar cerca de un nido. Se defendió de la situación como pudo y evitó que pasara a mayores.

Caminar con una mascota pequeña obliga a salir poco menos que armados, con bastones de acero, para espantar los ataques que puede sufrir cualquier perro pequeño. Allí adonde tienen tenedor libre es donde habitan.

Estaba con Martín, mi ahijado y la mamá, merendando en la plaza de una confitería en Núñez. Oímos gritos de pájaros, así se anuncian las rapaces cuando están por cazar, y no pasaron cinco minutos hasta que cayeron las alas de una paloma a menos de un metro de donde estábamos.

En el mismo lugar, de pronto un joven saltó de la silla y empezó a desnudarse el torso, porque había recibido como premio las heces de una rapaz en la chomba. Repugnante.

El tema es que van por las aves, extinguiéndolas, como sucede con los cardenales, pero siguen con las mascotas, las personas, invaden los árboles, los balcones, terrazas y nadie está preparado ni sabe cómo reaccionar. No son pocos quienes viven encerrados por el pánico que les produce convivir con esta situación límite. En la zona, la policía atiende constantemente a vecinos con voces desesperadas, pidiendo ayuda porque tienen un halcón o carancho en la cocina o el dormitorio, que en un descuido entró a la vivienda. Estamos amenazados. No es sólo la pandemia. Ahora también es esta invasión de rapaces.