Alejandro Gerez ya tenía un largo camino transitado en la lucha contra su sobrepeso cuando en 2012 entró a Cuestión de peso. Durante su participación en el programa, el joven logró cumplir su objetivo y llegar a ese aspecto con el que había soñado desde sus seis años. 

“Siempre supe que necesitaba ayuda porque fui obeso desde que tengo uso de razón. Mi mamá me llevaba a muchos nutricionistas. Me acuerdo de tener seis años y estar en tratamiento e ir cada 15 días. El nutricionista me sacaba un papelito y me decía: ‘En estos días no podés comer chocolate y ni galletitas’”, recordó, en diálogo con La Nacion, sobre las restricciones que atravesaba, que eran imposibles de sostener para un niño tan pequeño.

Alejandro vivió una niñez y una adolescencia muy dura, ya que recibía maltrato constante por parte de sus compañeros en la escuela. Las comidas que comía a diario eran distintas a las de su familia, y ese proceso tuvo un desencadenante cuando a los 17 años se fue a vivir solo.

La libertad de poder elegir sus platos fue algo que siempre había deseado: “No tenía la mirada de mi familia. Ahí se descontroló todo y así fue como llegué a los 20 años con 160 kilos”

Fue en ese momento donde toco fondo porque empezó a notar como las tareas cotidianas se le estaban complicando debido a su peso. Ponerse una media o secarse el cuerpo después de una ducha se convirtieron en tareas complicadas.

Así fue como comenzó una dieta, la cual cumplió muy bien y así perdió 20 kilos. Paralelamente, se enteró de que el casting de Cuestión de Peso estaba abierto para la edición 2012 y no dudó en comunicarse con la producción.

Su relato cautivó y fue aceptado en el show. “Sentía esa esperanza de que mi vida iba a cambiar y así fue”, recordó, en diálogo con La Nacion, sobre aquel comienzo.

“La palabra obesidad en mi cuerpo la entendí al momento en que entré al programa”, aseguró el joven que descubrió gracias al programa que tenía Obesidad tipo 2.

Los resultados del tratamiento llegaron con las semanas y de a poca Ale comenzó a retomar ciertas actividades que antes le eran imposibles, como ir al gimnasio.

Pero su salud física no era lo único que estaba cambiando, sino que su salud mental también porque ya no era más aquel niño que sufría de bullying. La gente lo frenaba por a calle y lo felicitaba por el buen proceso que estaba haciendo.

Sin embargo, tras ser dado de alta y salir al mundo real, su nueva realidad fue un duro golpe para él. Su rutina fuera del programa fue otra y en un mes y medio aumentó 30 kilos.”Salí de Cuestión de peso pensando que me comía el mundo", aseguró.

“Pensaba que una medialuna no me va a hacer nada; al día siguiente comía dos y terminaba con una docena”, contó y agregó: “Era algo más fuerte que yo, necesitaba comer”.

“En mi cabeza no estaba resuelto cuál era mi problema de raíz. Ahí vi qué tanto se trabajó internamente esas emociones canalizadas y qué tanto están resueltas. Eso nos asegura que vamos a volver a subir de peso porque no está resuelto el problema de raíz. Ahí me di cuenta de que esto era realmente una enfermedad, que había algo más que solo cuidarme con las comidas”, reflexiona luego de un largo proceso en terapia con un especialista en obesidad.

“Empecé a buscar información y respuestas por todos lados para poder tener herramientas para poder enfrentarme a la comida y poder decir: ‘Yo me estoy eligiendo y yo me estoy eligiendo todos los días’. Esto fue así a partir de que yo empecé este tratamiento con psicólogos. Fue darme cuenta de que es un día a la vez y que tenía que trabajar constantemente. Por ejemplo, la psicóloga me mandaba hacer ejercicios como servirme un plato de comida y yo tenía que poner las manos abajo de las piernas y tenía que pensar cuántas pelotitas de emoción le dan a la comida”, recordó.

“El Alejandro que vivía antes encerrado, que no quería salir, que le dolían las piernas, que se pegaba atracones y se iba a dormir, que lo vivían insultando, que vivía recibiendo cargadas, yo no lo quiero más... y eso me lo tuve que proponer todos los días. Es un día a día”.

En 2014 Alejandro comenzó a realizar actividad física de nuevo, y luego sintió la vocación de dar clases a personas que tengan la misma enfermedad que él.

“Tengo alumnos y trabajo con personas particularmente obesas. También, tengo un equipo interdisciplinario donde trabajamos desde la parte psicológica y nutricional”, detalló.

Sin embargo, no solo trabaja la parte física, sino que además ponen el foco en la ayuda psicológica, lo nutricional y el trabajo físico. “Ese triángulo creo que es el ideal como un tratamiento para una persona obesa; y así logre éxitos sostenidos en el tiempo”, afirmó.