Trabajar para poder vivir. No es un juego de palabras sino la triste realidad que padecen cada vez más jubilados. Aquellos que durante sus años laborales soñaban y deseaban finalizar sus vidas descansando dignidad. Pero sus jubilaciones, en su excelsa mayoría "la mínima", porque sus eventuales patrones no realizaron los aportes, quedan muy a mitad de camino en la satisfacción de dos necesidades elementales como la medicación y la alimentación, ésta última cada vez más reducida y esporádica.

A sus 73 años, y a pesar que fue operado hace poco de sus dos rodillas y dos caderas, Alberto trabaja como vendedor de insumos industriales y de servicios de seguridad industrial. Una actividad laboral que lo lleva a recorrer a pie una decena de fábricas, aunque sus afecciones motrices se hacen sentir a diario.

"Lo tengo que hacer. Yo tendría que tener una buena jubilación, me liquidaron mal, e hice un juicio y así todo no me lo reconocen", señaló el hombre, referente del Centro de Jubilados Nicolás Avellaneda. En consecuencia, Alberto cobra la "jubilación mínima", que se traduce en 171.000 pesos, suma que inmediatamente se esfuma cuando las boletas marcan 80.000 pesos por el servicio de gas, 170.000 pesos por el de luz y 35.000 pesos por el de agua.

Por este ahorcamiento económico, el jubilado no tiene otra opción que retomar su actividad laboral, aquella que creyó dejar a sus 65 años. Por esta razón reconoce que "es una vergüenza lo que estamos pasando. Nos sentimos un descarte para el Gobierno".

Hortensia, de 90 años, pinta cuadros y los vende. 

En esa misma sintonía, Rosa Reinoso, presidenta de los jubilados de ATE de La Rioja, expresó su "bronca y rabia" por esta situación. "Es injusto y desigual porque hemos aportado con la esperanza de jubilarnos dignamente, tener una buena obra social y hoy es una realidad lejana", sostuvo.

En la capital provincial, Chochy, como se la conoce a la mujer, encabeza un grupo de 15 a 30 abuelos, cifra que varía según diferentes circunstancias, que ofrecen sus producciones en la Feria de la Familia, ubicada a unos pocos metros del Hospital Vera Barros.

Cada fin de semana, los integrantes de "Fortaleciendo Vínculos para atravesar adversidades", comercializan sus productos, por ejemplo Reinoso vende sus macetas, y otros adultos mayores, dulces, lácteos de elaboración propia, pinturas, y pan casero. Al respecto, Rosa reconoció que "es inhumano como vivimos, pero por eso convertimos los contratiempos en oportunidades para acercarnos lo más posible a satisfacer nuestras necesidades. Nos queda el aliciente de intentarlo".

No obstante, al mismo tiempo la referente de los Jubilados de ATE riojanos reveló que "antes hablamos de desayuno, almuerzo, merienda y cena, pero hoy lo que hacemos es medianamente garantizar el desayuno, el almuerzo, y merendar tipo 19, 20 horas, para que tome el lugar de la cena".

Hablando de propias producciones, Norberto confecciona redes de pesca, en la localidad bonaerense de Punta Indio. El hombre, por un lado, afirma que continúa con su actividad porque entiende que es la forma de mantenerse saludable, aunque al mismo tiempo afirmó que "los jubilados tenemos la necesidad imperiosa de trabajar. En mi situación particular soy autónomo y cobro la mínima. ¿Qué puedo hacer con menos de 200.000 pesos mensuales? Y debo mantener una familia. Si la jubilación fuera digna, muchos no trabajarían".

La expresión de Norberto la comparte Matilde Maciel, Presidenta del Centro de Jubilados de Almirante Brown, al cual acuden 400 jubilados. El 55 % de ellos trabajan, según Maciel, quien admitió que "muchos tienen alguna dificultad de salud, pero se ven obligados a salir a cumplir diferentes labores porque la jubilación no les alcanza. Sin otro ingreso, solo comerían menos de la mitad del mes". Por este apremio, los abuelos desarrollan diversas tareas, como albañilería, pintura, herrería, jardinería, gastronomía, y cuidado de abuelos y niños, y tareas domésticas, principalmente las mujeres mayores.

Juan Cariaga, a sus 82 años, por su parte, realiza una labor que, él mismo considera, "me llena el alma". Desde hace más de 40 años es el calesitero de la Plaza La Masía, en Alejandro Korn, con su "Chochilandia". Espacio de diversión de muchas generaciones, que simultáneamente representa para Cariaga un medio de subsistencia. En este sentido, el abuelo confesó que "si bien es una pasión que hoy comparto con mi nieta, de 20 años, no voy a negar que es una ayuda porque la jubilación no me da. Necesito el ingreso porque no llego, cobro la mínima dado que me faltan 2 años de aporte, y eso que me los descontaron trabajando en una empresa textil. No hay miras de que esto mejore".

Con sus 82 años, Juan es calesitero en la Plaza La Masía, en Alejandro Korn. 

En la ciudad de La Plata, Adriana Bordenave dice que "me las arreglo", a pesar que ella también cobra "una jubilación reducida porque me faltaron años de aporte", y paga un alquiler. A sus 62 años, Bordenave no tiene trabajo, pero no descarta volver al mundo laboral, al cual se incorporó a sus 17 años. La mujer tiene en claro que "mi calidad de vida será mejor, si consigo un trabajo". Por lo tanto, está abierta a nuevas ofertas laborales, mientras tanto realiza tareas de asistencia en la ONG La Plata Solidaria y en la Fundación Generando Futuro.

La diferencia de opciones laborales y rebusques, los une a los abuelos en la necesidad de volver a ganarse "el mango" poniendo manos a la obra, en razón que en un amplísimo universo de jubilados percibe la jubilación mínima, la cual en abril pasado alcanzó los 171.283 pesos, y en mayo llega a los 190.146 pesos. Pero este incremento ni por asomo garantiza el sueño de tantos años de descansar en los últimos años de sus vidas.

Por M.R.