Leandro Rud relata su historia con pasión porque sabe que puede ayudar a muchas personas: está ganando la batalla, aunque todavía le queda mucho por recorrer. “Hay que hablar del cáncer”, dice. Y recuerda: “el año pasado fue el peor año de mi vida, pero hay que luchar”.

Empecemos por el final: Leandro hace una vida normal, a poco más de 3 meses del diagnóstico de cáncer en las glándulas salivales de la parótida. “Mi cáncer no tiene cura pero, si se logra detener, queda como una enfermedad crónica, como una diabetes”, cuenta citando a sus médicos. “Hoy estoy asintomático, me quedo mucho tiempo en la naturaleza, con mis perros, nado mucho en agua fría porque me hace muy bien, me relaja, me deja cansado y me hace dormir”.

El shock que significa un diagnóstico como el suyo “fue una lección de vida. Hoy me siento bien y hace cuatro meses me sentía muy mal”, dice. Aunque “no todos los días son buenos, le pongo garra. Hay días que me levanto mal y digo ‘me tengo que levantar igual’ y me voy a la pileta y nado hasta que me agoto. Y me voy de mi casa porque no me voy a quedar tirado. Hay que meterle mucha voluntad”.

Su entorno más amoroso, y el que precisa toda persona para emprender una batalla como esta, es su familia, su madre y su hermana; los amigos; sus médicos, Ramiro Heredia, Nicolás González y Daniel Campos; y sus seis perros, sus fieles compinches a los que sacó de la calle y lo esperaron pacientes, en un refugio, estos meses en que no tuvo fuerzas para cuidarlos como deseaba.

“Hay que hablar del tema. La palabra cáncer es significado de muerte y la gente se tiene que sacar eso de la cabeza. Hay como una epidemia de cáncer y la gente tiene vergüenza de decir que tiene cáncer, se asusta o se encierra en la casa. Lo mejor es salir, afrontarlo, asumirlo, decirlo porque cuando uno lo dice se lo saca de adentro. La vida tiene que continuar, hay muchísima gente que vive muchísimos años con cáncer”.

Rud actualmente está al frente del programa La Noche por Canal 9. Está convencido de que su enfermedad lo fue socavando durante años, en silencio, hasta que se manifestó con toda su furia.

“Hace muchos años estaba con ataques de pánico, angustia. Me venía sintiendo mal, iba perdiendo fuerza, energía, no sabía qué me pasaba. Me hacía los estudios, todos me salían perfecto. Hasta que un día, el año pasado, me empecé a sentir muy mal y uno de mis médicos decidió internarme en el Sanatorio Finochietto para hacerme análisis completos, pero todos daban bien”. Aún así “estaba roto, no podía caminar, bajé 10 kilos, no comía, todo me daba arcadas”, relata.

El panorama era desconcertante, la primera biopsia dio negativa, pero su organismo cada vez estaba más debilitado. Los médicos no se rindieron y fueron más allá. Fue ahí cuando estudios profundos, como PET (tomografía por emisión de positrones) y nuevas biopsias, comenzaron a arrojar las causas de su profundo malestar: cáncer.

El 1 de noviembre del año pasado, uno de sus médicos, Nicolás González, especializado en cardio-oncología, lo llamó al Sanatorio Finochietto, donde se estaba atendiendo. “Ahí dije estoy liquidado”, recuerda, porque si las noticias hubiesen sido buenas simplemente le hubiera enviado un mensaje. “Llegué. Nico tenía una cara que lo decía todo. Me dijo ‘las biopsias dieron mal’” y así supo, finalmente, qué tenía.

“Era lo que nunca había querido escuchar”. “Me fui a mi casa, llamé a mi hermana, que me había acompañado en la internación. Le dije a ella y a mi madre que tenía cáncer. No quería ver a nadie, vivía durmiendo, me agitaba al afeitarme. Lloré un rato y dije, me voy a caminar”. Decidió luchar.

“Yo le doy la noticia a Leandro ese día, el 1 de noviembre. Me encontraba entre dos posibilidades: que él se acueste en la cama y deje que la enfermedad siga su curso y se muera de la enfermedad o que él haga un cambio de 180 grados.Él necesitaba ese cambio y lo hizo”, cuenta el doctor González, cardiólogo de Rud. El secreto está en realizar “un cambio de estilo de vida porque si uno sigue haciendo un estilo de vida que antes podía ser dañino, por más que le demos el mejor medicamento va a ser muy difícil frenar la enfermedad”, reflexionó.

“Un mes después había aumentado tres kilos de peso, por comer bien, por hacer actividad física y dos o tres meses después él está haciendo una vida totalmente normal, pero con un cambio enorme en el estilo de vida”, subrayó González.

Para cualquier persona saber que tiene cáncer “es una disrupción en su vida”, explica, por su parte, el médico clínico Ramiro Heredia, a cargo de orientar la terapia de Rud. “Es muy importante la información, cómo lo transmitimos los médicos y cómo acompañamos en el momento de dar a conocer la noticia y de plantear las distintas posibilidades de tratamiento”.

Si bien Heredia destaca que en Argentina la enfermedad oncológica “es la segunda causa de muerte y su incidencia, con el envejecimiento de la población, está creciendo, alrededor del 30% o 40% de los cánceres pueden ser prevenibles por hábitos de vida saludables, como evitar el consumo de tabaco, disminuir el consumo de alcohol, tener una dieta saludable y evitar la inactividad física. Otro 30% de los cánceres también se podrían llegar a prevenir o a detectar en una etapa en la que se pueda hacer un tratamiento adecuado y curarla cumpliendo los controles que se recomiendan para cada edad”, dice.

El doctor Heredia remarca la responsabilidad de los médicos en “acompañar” al paciente y “mostrarle que no está solo, que lo vamos a acompañar durante todo el proceso”. “Tener un diagnóstico de una enfermedad maligna no implica el final de la vida, sino una etapa en la cual se va a requerir, estar acompañado y recibir los tratamientos que hoy la ciencia ofrece. El cáncer no es sinónimo de muerte. Muchas veces podemos convivir con esta enfermedad y morir con esta enfermedad, pero no de esta enfermedad”, afirma.

En un momento el cáncer de Leandro comenzó a dar síntomas claros. “Tenía la cara como un elefante, con un bulto gigante, se me iba inflamando y los médicos me dijeron que iba a demorar un tiempo en bajar con los medicamento. Hoy estoy tomando unas 15 pastillas por día y una inyección muy fuerte cada 3 meses” y su rostro volvió a ser el de siempre, mientras su organismo entero ya no tiene síntomas.

Leandro quiere transmitir la importancia de prestar atención al propio organismo. “Yo venía muy cansado hacía muchos años y siempre se atribuía a un tema de estrés, de trabajo, de separaciones, de la vida, la angustia, pero lo que tenía era que las células del cáncer, que iba muy despacito, me iban comiendo la energía y me dejaban agotado”. Por eso, “cuando uno está mucho tiempo cansado ya no es estrés, hay algo en el cuerpo. Hay muchos cánceres silenciosos que, si no se investigan a fondo como lo hicieron mis médicos, nunca te das cuenta”, relata.

Además, por su propia experiencia como paciente oncológico cree firmemente en que, cuando el tratamiento permite empezar a recuperar las fuerzas, “lo peor que uno puede hacer es quedarse en la cama. Salí, caminá por el pasto, abrazá a un animal, un perro o un gato, que tienen buena energía y te quieren. Quedate con los árboles”, recomienda. Y finalmente: nadar en agua fría. Esto “refuerza el sistema inmunológico, está probado”, previene otras enfermedades, asegura.

El doctor Daniel Campos es el oncólogo a cargo del caso de Rud cuenta: en Leandro “hemos descubierto una mutación que explica que en breve desaparecerá todo y que está en vías de curación, a pesar de ser una enfermedad muy avanzada”. Respecto del profundo cansancio que ya años antes sintió Rud, el experto admitió que “nunca podemos estar seguros de que no haya estado decaído y deprimido” por otros motivos, aunque reconoció que tampoco puede descartar que haya sido un síntoma de la enfermedad.

“El cáncer suele evolucionar silenciosamente a lo largo de mucho tiempo. Comienza en una célula cualquiera del organismo que tiene una alteración en su crecimiento, función o capacidad de multiplicarse. Esa célula alterada transmite esas características enfermas a sus células descendientes, a sus células hijas, que de ser originalmente unas pocas, se van multiplicando a lo largo de años. Recién cuando llegan a acumularse diez mil millones de células enfermas, las descubrimos con algún estudio médico o a veces a simple vista”, explica el experto la evolución de esta enfermedad.

La ciencia viene avanzando con “pruebas piloto muy alentadoras, que pretenden descubrir tempranamente la presencia de un tumor, simplemente analizando la sangre”, agrega Campos. En los casos de cáncer avanzado a través de un “estudio del perfil genético molecular de cada enfermo se trata de descubrir cuál es la causa de su crecimiento, bloquearla y tratarlo con lo que llamamos Medicina de Precisión. Este camino de terapéuticas orientadas a corregir una alteración molecular que provoca la neoplasia, pueden explicar casos de rápido y efectivo control de la enfermedad, sin toxicidades innecesarias”, como es el caso del tratamiento que lleva adelante Leandro.

Otro pilar del tratamiento de todo caso de cáncer es el cardiológico porque “hay un grupo de medicamentos oncológicos que, como efecto adverso, puede afectar al corazón”, explica el doctor González.

Entonces, a estos enfermos se los divide en dos grupos: aquellos a quienes se les prescribió la medicación con esas contraindicaciones y las que han tenido antecedentes coronarios. Tanto las personas que vayan a recibir ese tipo de medicamentos o las que hayan tenido “un infarto, por ejemplo, o una arritmia, son pacientes con riesgo de tener una cariotoxicidad” en el marco de su tratamiento de cáncer, agrega. Son personas a quienes “seguimos en forma periódica durante el tratamiento y posterior al tratamiento porquetambién existe cardiotoxicidad a largo plazo con ciertos medicamentos” contra el cáncer, explicó.

Leandro mira hacia atrás y a su presente y se siente agradecido, a sus tres médicos, custodios de su organismo, que en un principio estuvo fuera de control y quienes con calidez y acompañamiento lograron encauzarlo por una camino de vida; a su familia, su madre y su hermana, las incondicionales; y a sus amigos. Para él cáncer ya no es sinónimo de muerte.