La música ocupa un lugar fundamental en la vida de cualquier ser humano, capaz de acompañar y ser banda sonora de momentos buenos y malos de la vida, así como de generar catarsis y poder transmitir todo tipo de sensaciones. 

Pero quizás, ese sentimiento se hace aún más evidente en quienes dedican su vida a la música y la vuelven una forma de expresión permanente, a través de la ejecución de un instrumento o en el placer del canto. Algo que no tiene límite de edad y que, en el caso de aquellas personas que entraron en el terreno de la longevidad, cobra un sentido diferente. 

“Crónica” dialogó con cinco adultos mayores, quienes explicaron de qué manera se acercaron a la música, el lugar que ocupa en su vida cotidiana, como mantienen vivas sus pasiones con el paso del tiempo y qué importancia le dan en esta etapa de sus vidas. 

Nunca es tarde 

A sus 61 años, Mabel Rodríguez atraviesa un momento de su vida de plenitud. Por un lado, como estudiante de conservatorio en la Escuela de Música de Avellaneda (EMPA), y por otro, como actriz de teatro y escritora de obras.  Sin embargo, según explica, su decisión de dar rienda suelta a su pasión por lo artístico la tomó apenas hace algunos años, después de dedicar la mayor parte de su vida a su trabajo como contadora. 

Mabel Rodríguez pasa horas con su guitarra.

“La música siempre estuvo en mi vida. Tocaba la guitarra de chica, tomaba clases con una profesora y fui a un conservatorio, pero después comenzaron los planteos de que no iba a poder vivir de eso, por lo que decidí ser contadora”, cuenta Mabel. 

Si bien todo marchaba bien para Mabel, la crisis financiera que tuvo el mundo en 2008 hizo para ella “un click” con el cual decidió “tomar la decisión de dejar todo” para dedicarse a una pasión que mantenía intacta, a pesar del paso del tiempo. 

“La situación no era la mejor y yo estaba algo cansada de estar trabajando en oficina. Mis hijos ya estaban grandes, lo que me permitía tener más espacio y más tiempo. Así que primero empecé a estudiar un poco, más teoría musical. Siempre seguí tocando, pero al trabajar y estar fuera de mi casa 10 horas, se hacía difícil dedicarle más tiempo a la música”, apuntó. 

A partir de poder contar con más tiempo para la música, Mabel agregó que decidió también estudiar teatro “para perder cualquier tipo de miedo a tener enfrente a la gente y dominar el escenario” y dedica también buena parte de su rutina a esa actividad. En ese sentido, resalta que dedica su tiempo también a escribir monólogos y está por estrenar en el próximo 16 de octubre una obra llamada “Los Hijos del Fin” en el teatro porteño Timbre 4. 

“Para mí poder dedicarme a la música y al teatro a esta edad fue redescubrir una pasión que siempre estuvo. Hoy en día los adultos mayores tenemos la oportunidad de desarrollarnos intensamente en algo que nos gusta. Y nunca es tarde para hacerlo. Hay que darle sentido a la vida, aprender y seguir aprendiendo”, destacó Mabel. 

Pareja de músicos 

Silvia Misiunas (66 años) y Julián Gardella (74 años) viven juntos en la localidad bonaerense de Banfield una vida completamente ligada a la música, alejados de los tiempos apremiantes del trabajo rutinario. Con tiempo suficiente, por este motivo, para poder gozar de sus días de jubilados con una agenda llena de actividades y con el arte como centro de la escena. 

En el caso de Silvia, se dedicó durante muchos años a ser profesora de música en escuelas primarias y secundarias, mientras que Julián eligió como profesión la arquitectura, pero siempre continuó ligado al igual que su esposa a la música.  “Con Julián empezamos a hacer más dúos después de jubilados. Es una experiencia muy linda la de poder tocar juntos. Hoy tenemos los tiempos para poder hacerlo y lo disfrutamos”, expresó Silvia. 

La curiosidad y las ganas de seguir aprendiendo es algo que une a la pareja, lo que los llevó a formar parte durante cuatro años de un grupo de música barroca, así como a participar en coros.  “Estudiar te da una apertura de mente diferente, por eso creo que es importante no dejar de hacerlo. Actualmente estoy estudiando música medieval, que considero te abre a un mundo diferente. También me dedico a pintar y la música me acompaña. Siento que es parte de un latir”, enfatizó.  Sobre esta línea, Silvia agregó que la música también le sirve “para meditar” y que forma parte de todo momento, al igual que para Julián, quien resaltó que “la música es algo de todos los días, algo constante para los dos”. 

Siempre enseñando   

Jubilado como docente de música desde noviembre del año pasado, Omar Federico (61 años) se mantiene más activo que nunca en su tarea de practicar la enseñanza con su taller de música andina en el centro cultural porteño “El Cántaro”, emplazado sobre Caseros 2510, donde cada sábado recibe a un grupo de alumnos. 

Es un taller donde aprender a tocar instrumentos como el siku para después, una vez que estén más avanzados, sumarse a un grupo que tenemos de música andina. También tocamos temas de chacarera y de samba. A mí me toca dirigir y mi idea es transmitir la pasión por la música de la región”, enfatizó Omar. 

Omar se dedicó 28 años a ejercer la docencia en las escuelas.

Nacido en Parque Patricios e instalado en la actualidad en Villa Lugano, Omar dedicó 28 años a ejercer la docencia en las escuelas, período del cual resaltó experiencias como la de lograr que “chicos que provenían de barrios vulnerables se animaran a formar parte de un grupo”. 

“En una escuela de Barracas me tocó trabajar con chicos de la villa Zabaleta a los que les planteé la posibilidad de aprender a tocar el siku y hacer presentaciones. En un principio ellos decían estar descreídos de que iban a poder hacerlo, se sentían menospreciados. Pero finalmente lo lograron y fuimos a tocar al Teatro Colón”, puntualizó. 

Con una filosofía de enseñanza apuntada a “intentar llegar a todos”, Omar cree que “el amor por la música se puede transmitir al inyectarle pasión a la otra persona” y si “ve esa energía, se contagia”, en tanto que hace hincapié en que “no hay edad” para poder aprender algo nuevo y continuar teniendo proyectos. 

Amor al piano 

Desde los 5 años, Sonia pasa con mayor o menor frecuencia sus días frente al piano y piensa en la música como una posibilidad de poder “revivir tanto momentos lindos, como momentos más tristes”. 

A sus 82 años, se define como una apasionada de “la música clásica” y mantiene una vida muy activa de constante aprendizaje, al dedicar su tiempo “a estudiar con un profesor más detalladamente la música, desde la época de los barrocos, hasta principios del siglo XX”. 

Sonia toca el piano desde los cinco años.

“El amor por la música viene como una raíz en mí. Mis padres escuchaban música permanentemente. A mí me gusta tocar el piano y también me gusta cantar. Es algo que se transmite de generación en generación, porque mis hijos también cantan, al igual que mi nieta Lola, con quienes comparto esta pasión”, sostuvo Sonia. 

En la actualidad, transcurre sus días feliz junto a su marido en la localidad bonaerense de San Isidro, mientras no abandona nunca de tocar el piano cuando tiene “la necesidad y el gusto de hacerlo”, al tiempo que se enorgullece de que el amor por la música siga siendo una herencia familiar.