La gesta bélica en las Islas Malvinas dejó todo tipo de relatos, desde los más tristes y descarnados hasta los más emotivos y con sumo tintes de orgullo, pero todo ellos están contados de boca de aquellos que entregaron su vida por la patria ante la guerra presentada por el Reino Unido, en un espacio de casi dos meses y medio.

Entre aquellos héroes que supieron "dejar la piel" por nuestra nación se encuentra Rubén Gallione, quien estuvo en el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10 (subunidad del Regimiento 3 de Infantería de La Tablada) y relató cómo fue su vivencia durante el conflicto.

Ración de comida que recibieron los soldados.

"Todo el regimiento 3 fuimos a Malvinas, soy clase 1962 y tanto yo como a otros compañeros nos faltaba poquito para irnos de baja, 10 o 15 días, y por eso es que a las islas fueron soldados más jóvenes que nosotros, de la clase 1963 que apenas tenían instrucción de otros regimientos y otros lugares", comenzó diciendo.

Si bien Rubén aquella semana estaba realizando instrucción en la zona de Ezeiza, aquel fue el momento y lugar que recibió una noticia que le cambió la vida: "Estando en el campo de instrucción nos levantaron a la madrugada temprano tipo 4 o 5, no entendíamos nada y nos informaron de que habían tomado las Malvinas, así que se levantó todo el campamento, nos volvimos al cuartel de La Tablada, y a partir de ese 2 de abril quedamos acuartelados, o sea no pudimos salir más, nos dieron ropa nueva, equipo de abrigo, el armamento que íbamos a usar cada uno, y ahí estuvimos acuartelados hasta el 14 de abril".

Cuartel de los Royal Marines.

Tras permanecer unos días allí, el grupo fue llevado al Aeropuerto de El Palomar hacia la ciudad santacruceña de Río Gallegos, donde estuvieron un día en el Regimiento 24 y a la jornada siguiente con otro avión de Aerolíneas llegaron a las Islas Malvinas (la noche del 16 de abril).

Cabe destacar, que a partir del 2 de abril el lugar Puerto Argentino estaba tomado por la Armada y en su poder habían 50 prisioneros ingleses, ya que la isla no contaba con una fuerte presencia militar.

Campamento en Moody Brook.

Tras dejar todo el equipo pesado en Puerto Argentino, Rubén y sus compañeros siguieron a pie dos kilómetros más, hasta llegar a un lugar llamado Moody Brook, que era el cuartel de lo royal marines, y que fue el lugar frente al cuartel donde acamparon y estuvieron casi hasta el final de la guerra.

Todo se desarrolló con normalidad hasta el 1 de mayo, momento en que comenzaron los cambios: "A las 4.35 se produjo el primer ataque inglés al aeropuerto con aviones el aeropuerto, y esa fue la primera alerta roja al principal, a partir de ese momento, empezamos en otro estado de alerta como viendo que no era joda la guerra, escuchamos explosiones y si bien estaban lejos, ya había una orden que nos dijeron que durmiéramos con la ropa puesta porque puede haber un ataque y si llega a haber uno, tenemos un punto de encuentro y después nos vamos arriba de la montaña".

Los bombardeos en la zona eran constantes.

Gallione agregó que "estábamos en un valle que tenía dos cerros con unos metros de altura, así que esa madrugada nos fuimos todos para ahí a guarecernos en las piedras porque estábamos muy a la deriva en el medio del valle, y a partir de allí mudamos todas nuestras carpas y nos fuimos arriba, lo único que quedo abajo fue la munición pesada que se dividieron en tres partes, en tres lugares de ese campo y la cocina de rancho que se seguía cocinando allá abajo".

Con el paso de los días, el avance inglés era inminente y los soldados se daban cuenta de la situación, según lo relató Gallione: "Un día hubo un ataque y destruyeron un helicóptero que teníamos en esa especie de base que era de los Royal Marines, y de ahí en más, se empezó a mudar todo eso al pueblo y el cuartel quedó medio vacío y las fragatas que estaban cada vez más cerca comenzaron a cañonear la zona. Ellos tenían un alcance de 12 kilómetros y todas las noches en hora de descanso, te tiraban hondonadas de bombas que iban cayendo muy cerca de donde estábamos nosotros y cada vez eran más precisos. Cada día se intensificaba más eso y tuvimos dos situaciones de una tarde cerca de las 13.30, me toca bajar con unos compañeros a buscar esos cilindros de rancho (cocina) para llevar la comida a nuestros compañeros y cuando estamos subiendo, vemos una bola de fuego en la montaña donde estabamos nosotros y era un avión bombardero inglés que había pasado y había tirado una bomba de 1000 libras, hizo un cráter enorme en la montaña y por 20 metros no nos pegó donde estaban las carpas y cayeron piedras y tierra".

Placa conmemorativa nacional.

Rubén agregó que "otra tarde pasó un Harrier a baja altura y nos tiró una bomba beluga, es como cartucho que tiene 3 metros de largo y eso cuando lo tiran caen girando y estallan un montón de granadas, no sé si 50 o 100, la mitad explotan y la otra mitad quedan activas, así que nos tiraron sobre el terreno que teníamos que bajar y le pegaron a un polvorín de municiones donde teníamos la munición de tanque y otras cosas, y la cosa se iba poniendo cada vez más difícil. Veíamos como le pegaban al cuartel ese que enfrente, como le pegaban al techo y escuchamos que los ingleses habían tomado cabeza en San Carlos y Darwin, que estaban a 90 kilómetros de Puerto Argentino".

Problemas a la vista

A todo esto, dos enemigos más se sumaron a la contienda: el hambre y el frío, sobre la cual el ex combatiente argumentó que "hacía cada vez más frío y cada día comíamos menos porque la cocina se prendía con un fuego que ya de tarde o de noche no sé podían prender porque te podían ver y te disparaban, así que los últimos días la pasamos con almuerzos nada más. Teníamos 4 cocineros y el jefe del escuadrón, el mayor Carulo dio la orden de que bajen dos cocineros solamente a cocinar, y nosotros decíamos si hace falta para cocinar como hacemos, y la orden era por si había un ataque y estaban los 4 cocineros y los mataban".

Placa conmemorativa inglesa.

El acercamiento británico fue tan contundente y rápido que los combates "cuerpo a cuerpo" no tardaron en llegar. "Desembarcaron la noche del 11 al 12 de junio nos levantan tipo 23 porque teníamos que cubrir el frente en el Monte Longdon, que había compañeros del regimiento 7, la b y la c, y fue un ataque sorpresa de los comandos ingleses. Se produce el enfrentamiento, vamos a apoyarlos, subimos al monte y fuimos hasta donde pudimos, ahí  empezamos a tratar de que ellos no avancen para el lado del pueblo, se dan combates donde  tenemos los primeros heridos, un muerto, el sargento Ron y se calma la cosa al amanecer, y los ingleses terminan tomando el Monte Longdon y el regimiento 7 se repliega y hubo muchos muertos de parte de los dos, y estábamos ahí, todo ese día y al otro día nos tiran con morteros y nosotros también, ni podemos avanzar nosotros ni ellos tampoco, cosa que no entendimos porque los tipos eran profesionales y nos duplicaban porque nosotros en ese momento  éramos 140 hombres", dijo Gallione.

Un ambulancia con una "baja nacional".

Lejos de alcanzar la calma, el final de la guerra estaba cerca y los ingleses lo hicieron saber con una avanzada temible. Respecto a esto, Gallione resaltó que "a tercera noche que va desde el 13 al 14 de junio que es cuando termina la guerra, a eso de las 22 tenemos una orden de dejar ese lugar, ir a Wireless Ridge, para cubrir a la compañía A del regimiento 7, porque ves como que ellos hacen un movimiento. En un momento quedamos solos enfrentándonos contra los ingleses con un valle de por medio, estaban en otra elevación, nos protegemos  detrás de unas piedras grandes que hay una posición preparada. Yo era apuntador de una ametralladora Mag con un compañero, pero a él cuando estábamos en el Monte Longdon, nos cae una bomba cerca y explota y a él le perfora la rodilla, así que me quede solo con esa ametralladora que hay que manejarla de a dos, me metí en una grieta de la roca y con el cabo Guillermo Baliña, los dos operamos la ametralladora, que tiene tiros continuos, unos 1000 disparos por minuto, ellos tenían una de las armas modernas que eran los misiles Milan, que son misiles chiquitos que son cazabunkers, que son para destruir esas fortificaciones".

Cañón de 105 mm abandonado en el campo.

Rubén agregó que "la particularidad que tienen es que buscan el calor, asi que seguían el calor de la ametralladora . nos pegaba en esa piedra que estábamos, y era terrible cada misil que nos llegaba era impresionante, estábamos vivos porque esa piedra era muy grande, nos caían esquirlas y piedras encima. Ese combate fue duro, ahí mueren cinco compañeros, tenemos muchos heridos, hubo actos de valentía y arrojo, pasó de todo un poco, hubo una especie querer contraatacar, de formar de nuevo para contraatacar, hasta que en un momento los ingleses nos rodean por el lado izquierdo, y tuvimos que replegar no tuvimos otra, es un fuego cruzado que es inevitable que tenes que salir sí o sí, bajamos de ese monte con todos los heridos que podíamos, yo con compañeros bajamos y nos encontramos, y otros se robó una camioneta y cargamos a los heridos para llevarlos al hospital y fue el final de combate para mi, después seguimos el camino a Puerto Argentino buscando otras cosas u otros compañeros, y al rato vino la rendición y cese de fuego, entrega de armamento y quedar preso en el pueblo".

Rubén Gallione: rendición y trato inglés

Después de la rendición llegó el difícil momento de ser un prisionero de guerra, y de este tema muchas cosas se dijeron a favor y en contra del trato de los ingleses, por lo que Rubén contó su verdad.

Varios argentinos volvieron en el buque Canberra.

"Estuvimos dos días prisioneros en el puerto en galpones, podíamos salir, caminar, estábamos rodeados de ingleses, se cesó el fuego y ahí le pudimos ver las caras, porque en las noches y combates solo ves siluetas, pero de frente eran tipos de gran experiencia, profesionales, comandos, todo el armamento que tenían y lo que hacían no eran ningunos tontos. Después  nos cargaron en el Canberra, y nos dejaron en puerto madryn al mediodía, nos cargaron en camiones y nos llevaron a unos galpones grandes y ahí estuvimos todo el día, cuando Madryn se quedo sin pan porque las panaderías nos traían pan y nosotros  teníamos unas ganas de comer pan, y después de eso nos cargan en camiones y nos llevan al aeropuerto de Trelew y vamos con avión de Aerolíneas al Palomar, de ahí a la escuelas de suboficiales sargento Cabral, en Campo de Mayo y ahí nos tienen 3 o 4 días, nos cambian la ropa  estábamos deshechos, algunos tuvimos visitas de familiares en el caso mío mis viejos y amigos".

Con un compañero en Moody Brook.

Otro de los puntos que siempre estuvo en cuestionamiento fue si las armas y los uniformes estaban a la "altura de las circunstancias", a lo que Gallione contestó que "teníamos mucha ropa puesta, pero es como que faltaba un poco más de abrigo, teníamos unas camperas nuevas que nos habían traído que abrigaban pero el tema eran las manos y los pies, te podías poner tres pares de medias pero los pies siempre estaban helados, a pesar de que teníamos buenos borceguíes, pero se te mojaban y sonabas, tenías que sacarte las medias secarlas. El tema de la comida hasta el 1 de mayo estaba bien, era comida de rancho como es en el cuartel, nos mandaban cigarrillos, barritas de chocolate, después se comenzó a racionar todo, ya no teníamos pan, había cosas que no teníamos y según dicen que fue por un tema de logística, porque esos dos días que estuve prisionero dentro de los galpones, estaban llenos de comida, enlatado había de todo. El armamento no era nuevo ni sofisticado como tenían ellos, hubo regimientos donde a los correntinos le daban una pistola y una ametralladora Pam que es una porquería, nosotros teníamos armamento viejo los Fal Para, que eran modernos, en mi caso me dieron una ametralladora mal y no la había utilizado porque todo el año fui chofer y andaba  con una pistola. Era la única arma que tenía y había tirado tiros cuando hice la instrucción, la probé allá y andaba mal y me la arreglaron, no todo el armamento andaba bien y había que improvisar".

Rubén Gallione junto a un helicóptero en Monte Kent.

Consultado sobre si sabían algo de Argentina, qué decía la gente o los medios de comunicación, el ex combatiente argumentó que "algo sabíamos porque a veces  enganchábamos Radio Colonia y lo que escuchábamos eran que íbamos ganando, o sea las noticias a medida que avanzaba la guerra era que íbamos ganando y sabíamos que no era si, los ingleses se estaban metiendo y las noticias eran bastante falsas, por un lado decíamos  que bueno para que los familiares sigan creyendo eso y estén tranquilos, eso de la colecta no me acuerdo, sí supimos cuando llegó el Papa (Juan Pablo II) a la Argentina porque  casualmente ese fue el día que nos movilizamos al Monte Longdon".

La comitiva que volvió a las Islas Malvinas.

A diferencia de otros ex combatientes, Rubén Gallione tuvo la oportunidad de volver a las Islas Malvinas y la aprovechó en 2012: "era algo que tenía pendiente y mi señora me decía vos estás loco, ¿Cómo podes ir a ese lugar que donde sufriste tanto?, y yo le dije que de alguna manera tengo que cerrar el círculo. Un compañero viajó un año y después otro, y luego organizamos entre algunos más, y la tenían claro cómo y por dónde ir con una agencia, y me animé, me junté unos pesos, mi familia me apoyó y me gustó la idea de ir con compañeros del mismo escuadrón, que es una hermandad y eramos 14 los que fuimos. Además, fue nuestro segundo jefe Rodrigo Zuluaga, que fue como un segundo padre porque nos cuidó y estuvo con nosotros en combate, estuvo hombro con hombro a lado nuestro, socorrió a compañeros heridos tiene la medalla de valor en combate, también fue un cabo primero que ahora vive en Córdoba y nos tomamos un avión , llegamos a Río Gallegos, fuimos al regimiento que habíamos estado en el 82, nos dejaron dormir una noche ahí y al otra día, viajamos a Malvinas como era el cronograma".

Un tanque Panhard destruido en la isla.

Gallione agregó que "iba con miedo porque no sabes como puede jugar la mente, vos decís si está todo lindo, estoy con mis compañeros, pero a ver si llegas allá y te pasa algo, entonces reviví esos olores particulares de ese lugar, el viento el aire del mar, es un lugar particular, ese olor a la turba quemada, que es como quemar espinillo, alguno tenía alguna salamandra vieja, recorrer las calles y hasta ahí estuvo bien. El tema vino cuando comenzamos a recorrer los lugares nuestros, nuestro campamento y los lugares donde combatimos y al cementerio de Darwin donde tenemos 6 compañeros, inevitablemente dije es un cementerio y no pasa nada, ahí me quebré y decís que además de tus compañeros podía estar yo también, distintos lugares que estuve como la posición donde estuve con la Mag, fue emocionante encontrar ese lugar y poder estar del otro lado de esa piedra porque no lo conocía, me subí y pude ver eso de día y ver donde estuve fue impresionante porque dije era carne de cañón, estaba muy adelante de donde estaban los ingleses atacándonos, cuando vi la piedra, vi pedazos de óxido chorreando de la piedra y eso producto de los misiles que nos pegaron en esa piedra, y 30 años después hay marcas, encontré esquirlas de bombas que nos habían tirado, hay muchos vestigios en las islas y material bélico que los ingleses no te deja traer, fue shockeante encontrar eso y acordarte de aquella noche del combate, fue algo enriquecedor, no cerré el círculo porque la guerra está latente porque no se olvida fácil, lo único importante es que deje una mochila muy pesada allá".

Una postal de Wireless Ridge.

A la hora de explicar si los ex combatientes de Malvinas fueron y son reconocidos como se debiera, Gallione reflexionó diciendo que "estuvimos muchos años de abandono, fue como que nos negaron, con vergüenza, nosotros estábamos catalogados como los veteranos de guerra de Vietnam, tenemos el mismo estrés postraumático que ellos, porque la sociedad nos dejó de lado pero no por culpa de los soldados sino de los gobiernos o los que estuvieron al mando,  que nos escondieron como si fuéramos una vergüenza, nos movian de noche para que la gente no nos viera, después cada barrio le dio un pequeño homenaje o fiesta de reconocimiento pero  nada más, no tuvimos asistencia médica, tuvimos que andar rogando algo con el hospital MIilitar, bancatela y seguí tu vida como puedas, ni psicólogo ni psiquiatra, eso fueron mis amigos y familiay porque tuve buena contención y después no  hablar por 20 años con mi familia, porque cuando estuvimos en Campo de Mayo nos hacen firmar un pacto de silencio, nos meten en aulas y vienen unos tipos, nos hablan y entre eso nos dicen ¡piensen en la vergüenza de sus padres si saben que por culpa de ustedes perdimos una guerra!, un momento donde firmás y te querés ir a tu casa y no hablas por miedo a que le hagan algo a tu familia".

Emocionante momento al recordar a los compañeros.

Gallione agregó que "a medida que pasaron los años comenzaron los actos nos fueron dando una caricia al alma, los barriales o municipales o lo que fuera y el más grande fue el que se hizo en Capital Federal para todos los veteranos de guerra hace unos años, hoy por hoy creo que tenemos un reconocimiento de la sociedad como merecemos, más o menos la gente hay de todo, pero hoy en día estamos más reconocidos que al principio que andábamos a los tumbos".

POR G.A.