Empujar un carro para vivir: ¿Cuánto ganan los cartoneros?
Cartonear para vivir: una actividad mirada de reojo, pero tan digna como cualquier otra. Crónica estuvo con quienes viven de lo que otros tiran.
Empujan un carro, pero principalmente ante las dificultades, para ganarse la vida, sin importarles ensuciarse las manos o desgastarse las suelas de sus modestos calzados por caminar kilómetros y kilómetros, puesto que en situaciones tan extremas, como carecer de un ingreso laboral, decidieron salir a cartonear con el fin de poder alimentar a sus familias. Incluso, algunos de ellos estiman que este medio de subsistencia se convertirá en una industria en un futuro cercano.
"Fue la solución que encontré", reconoció Federico, quien recolecta cartones, nilón y demás residuos reciclables desde diciembre pasado, después de perder su empleo y no ser suficiente el dinero que recaudaba vendiendo ropa en una feria.
En este sentido, el joven, integrante de la cooperativa Construyendo Desde Abajo, argumentó que "antes de la pandemia trabajaba en un local de hamburguesas, y mi viejo se fundió. Tuve que salir a cartonear, porque, de movida, uno tiene que mantenerse. Mal que mal es un trabajo, necesito ganarme la vida, cuando surja otra cosa lo dejaré. Yo lo hago por necesidad".
Bajo ese afán, desarrolla un recorrido preestablecido de cuatro kilómetros, que fue delineando con base en las direcciones de aquellos vecinos que le guardan los materiales que él busca.
Durante ocho horas diarias lleva su carro, aunque su jornada laboral puede extenderse en caso de que demore en alcanzar el ingreso deseado.
Federico reflejó que "en la cooperativa te pagan por kilo: la mezcla 30 de cartón, papel y nilón 30 pesos, la chatarra, 20 y las latitas, 180. Yo llego a juntar 80 kilos por día de material reciclable".
Al mismo tiempo, el cartonero tramita un plan Potenciar Trabajo para complementar su actividad laboral.
En Merlo se asienta la cooperativa Bella Flor, que, según Martín, uno de sus máximos representantes, "hacemos recolección diferenciada en puntos verdes establecidos con los vecinos (casas particulares, clubes y comercios) y también en plazas: ponemos una camioneta en un lugar determinado para que los vecinos acerquen sus residuos".
Una mecánica mediante la que el referente de la organización reveló que "es poca la plata que se obtiene del reciclado, pero hemos alcanzado una logística que nos permite reunir 30.000 pesos, que se suman a lo que cobramos del Potenciar Trabajo a cambio de las 20 horas de trabajo semanales que establece dicho beneficio, aunque nuestra labor es mucha más extensa".
En su testimonio, el reciclador menciona una dificultad en materia económica, que vincula con los intermediarios: "Si pudiéramos generar un producto final, estaríamos en un 900 por ciento de lo que vendemos".
Al respecto, remarcó que "un vidrio se paga 3 pesos el kilo o 6, y el intermediario lo vende a 50". A la vez, el cooperativista confesó un triste obstáculo en su misión de subsistir, al expresar que "nosotros tuvimos problemas con las organizaciones, porque no íbamos a las marchas, ya que perdíamos el día laboral, pero logramos independizarnos con la organización Fábricas Recuperadas".
A diferencia de Martín, Carlos no cobró este mes dicho plan social, y él lo vincula a que "me lo sacaron por no ir a los piquetes: no me gustan, y aparte le tenía que dar 4.000 pesos a la referente".
Por lo tanto, su única fuente de ingreso radica en los 4.000 pesos diarios que obtiene tras caminar 12 horas por diferentes barrios porteños. Una suma que solo basta para alimentar a sus seis hijos en la cena, mientras que al mediodía el menú consta de un mate cocido con pan o en la ración que los niños reciben en su escuela.
A pesar de semejante sacrificio, el hombre, oriundo de Villa Astolfi, partido de Pilar, dejó en claro, en relación con la actividad que desarrolla hace 17 años, que "lo hago, lo hice y lo seguiré haciendo, porque tengo hijos, y gracias a eso no les falta nada, y no me da vergüenza. Yo revuelvo la basura, y así puedo encontrar un par de medias para mis hijos, lo limpio en casa y se lo damos a los hijos".
Por su parte, Juan también recicla por su cuenta, en Villa Devoto y La Paternal, adonde llega caminando desde su domicilio, situado en Villa Soldati, y allí los vecinos le entregan no sólo residuos, sino también ropa en desuso que luego revende.
Su día de trabajo también se extiende 12 horas, en las que suele recaudar entre 4.000 y 5.000 pesos.
No obstante, el padre de dos niños, uno de ellos recién nacido y que se encuentra internado en el Hospital Durand por un cuadro de bronquiolitis, reconoció que "yo trabajaba de albañil, y cobraba mucho menos que lo que junto cartoneando".
Sin embargo, simultáneamente, expresó que "mi idea es juntar unos 'ahorritos' para ponerme una parrilla, porque empujar el carro me afecta mucho físicamente". No sólo él desea cambiar de labor, también Federico, mencionado antes.
No obstante, por su parte, Martin enfatizó que "el reciclado es la próxima industria de masas por la situación ambiental a nivel mundial, y hay que repararlo desde el reciclado. Eso va a demandar más mano de obra y, por ende, nos va a dar una posibilidad de tener más trabajo".
En tanto, Carlos tiene muy presente que "a mi edad es muy difícil conseguir un buen trabajo; en cambio, así tengo fuente de trabajo asegurada y puedo alimentar a mis hijos. Yo no me quejo, porque, gracias a dios, por lo que hago sobrevivo".
Más allá de las diferencias en los planes futuros, todos coinciden recurrir a la recolección de cartones, metales y plásticos, entre otros, como actividad laboral que todavía es mirada de reojo, aunque son cada vez más los que intentan empujar hacia adelante mediante ella.
Por M. R.