Después de casi dos décadas tiene lugar el regreso menos esperado, pero a la vez el más necesitado para miles de familias, que acudieron nuevamente al trueque ante la escasez de recursos, ofreciendo bienes o elaboraciones propias en plazas, ferias e incluso en las redes sociales. Al mismo tiempo, los merenderos se mantienen vigentes, asistiendo a quienes carecen de una ración de comida en la mesa, a pesar de las dificultades para acceder a la mercadería alimenticia necesaria. Ambas modalidades constituyen medios de subsistencia y, principalmente, fuentes de enorme solidaridad.

“Conviene canjear”, reflejó Florencia, administradora de una feria que tiene lugar en la plaza Cinco Estrellas, en el barrio Malvinas de la localidad bonaerense de Monte Grande. Esta se desarrolla los jueves y sábados, pero sus propios organizadores planifican añadir un tercer día. “Queremos un día más, porque la necesidad es mucha ya”, reconoció una de las mentoras de la iniciativa. Ella, a su vez, detalló que la mecánica consiste en “canjear lo que a una le sobra por otro bien que necesite. Por ejemplo, a una prenda la cambio por otra, o por mercadería”. Una alternativa que al menos permite paliar la caída de las ventas.

Por esta razón, en los últimos tres meses, los 32 integrantes de la Eco Feria, que se lleva adelante en la Quinta de Cigordia, en Luján, decidieron implementar el trueque. Una de sus impulsoras, Graciela Cordero, detalló que “la estamos pasando bastante mal, porque las ventas cayeron y los insumos aumentan. Entonces nos compramos entre nosotros o nos autoabastecemos. El que tiene harina le da al que prepara comidas. A mí otra chica me da tela para elaborar mis duendes. Llegué a cambiar un pulóver por un duende”

"Nos compramos entre nosotros o nos autoabastecemos", dicen los puesteros.

Una muestra de reciprocidad y de compañerismo entre los feriantes que también se vislumbra en los grupos de trueque de Tres de Febrero y de Villa Pineral. En ambos participa Mía Romero, quien describió el proceder del intercambio en las redes sociales, remarcando que “a diferencia de otros, este es libre, quiere decir que se puede coordinar los cambios en cualquier lugar y horario. Se publica el artículo con el precio en vez de este signo $, se utiliza el #, o por la mercadería que deseen”.

La transacción se rubrica con manifestar “quiero” a la publicación , y en caso de arrepentirse en la elección, el interesado deberá escribir “me bajo”, y quien realizó la oferta le dará su oportunidad al siguiente. Estos espacios están conformados por 5.400 personas y 9.500, respectivamente.

“A la gente le sirve porque puede acceder a vestimentas para cada integrante de su familia y a alimentos”, argumentó Romero. “No necesitamos un encuentro, se hace cuando las dos partes pueden”, destacó la mujer. Pero hay quienes ni siquiera cuentan con algún sobrante a cambiar, sino que sólo saben de faltante, y es allí donde la solidaridad también emerge, a través de los comedores y merenderos, como La Ilusión, una denominación particular y elocuente para un proyecto benéfico que brinda mercadería y contención a más de 40 familias en la localidad platense de Tolosa.

Si bien abre sus puertas los martes, jueves y sábados, la entrega de productos alimenticios se realiza en forma diaria. En este sentido, Soledad, encargada del merendero, aclaró que “suministramos yerba, y alimentos no perecederos, como polenta, tomate, fideos, para que la gente se prepare lo que quiera en sus casas. Hay mucha necesidad y estamos para suministrar diferentes herramientas que les permitan salir adelante. Tenemos la intención de crear una cooperativa de trabajo”.

A pocos kilómetros de allí se desenvuelve una propuesta que Javier llamó Ibera, y que se fijó la misión de “satisfacer las necesidades, dentro de nuestras posibilidades, porque falta la comida la mesa”. A este espacio benéfico acuden 50 núcleos familiares. Más allá de las diferencias en el método y su implementación, constituyen emprendimientos basados esencialmente en la solidaridad, en el pensamiento colectivo y en la intención de unificar voluntades como única vía para superar las dificultades.

Recuerdos de hace dos décadas

Los clubes de trueque nacieron entre 2001 y 2002, cuando se produjo una fuerte crisis económica luego del estallido del Plan de Convertibilidad. Ante la falta de trabajo y la escasez de dinero circulante, muchos vecinos recurrieron a esa manera de relacionarse para satisfacer sus necesidades básicas.

Veinte años después, cada una de estas acciones comerciales, con un marcado sentido social, representan un alivio considerable para aquellos que las emplean. En referencia a ello, Florencia enfatizó que “le sirve mucho a la gente, ya que algunas compañeras no cuenta con trabajo o beneficios”. Por su parte, Mía afirmó que “es una ayuda muy grande para la gente”.

Por M.R.

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