"No voy a renunciar", dijo Francisco a solas, con firmeza, a Crónica. Es coherente con sus pensamientos espontáneos: "Para tomar buenas decisiones hay que escuchar el propio corazón". Francisco jamás dijo que se iba a alejar de su papado. Menos ahora, después de haber transformado, ministerio por ministerio (dicasterios), la curia de la Iglesia romana. En el peor de los casos, ni su propia muerte alteraría este nuevo orden. Renovó, como broche de oro, la mayoría del cardenalato, de manera que todos son funcionales a la reforma.

Las malas interpretaciones están a la orden del día. Concedió una entrevista a un medio de Portugal, tenía que hacerlo, porque allí el año próximo se celebra la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). La periodista le dijo que el mundo espera su presencia y su mensaje. Él respondió: "Pienso ir. El Papa irá. Irá Francisco o Juan XXIV, pero el Papa irá". Hubo risas. El sentido del humor, que es un código Bergoglio aparte, siempre está presente. Antes de la JMJ de Panamá, les dijo a los jóvenes: "Voy a ir, esté o no yo, un Papa va a haber". En su reciente encuentro con los familiares de 21 pescadores desaparecidos, les comentó: "No soy un pescador, soy un pescado". Ante esta expresión, le dijeron: "Su Santidad, usted es un pescador también, ayúdenos. ¿Qué nos está diciendo?". Él añadió: "Sí, soy un pescado, porque Jesús me pescó a mí".

El Papa, entre otros auspicios de singular calidad, tiene el de ser el más atacado de todos los pontífices de la historia. Esto no es casual: tuvo tolerancia cero con los abusos, quitó todos los privilegios, limpió a los corruptos y erradicó el principado de los cardenales. Trabajó sin pausa por una Iglesia pobre para los pobres. Cumplió con su palabra.

A él se lo ve bien, locuaz, lleno de energía, pícaro, inteligente. Goza de buena salud. Su velocidad mental es algo apabullante. Un don de Dios. La rodilla, que no se va a operar, es la consecuencia de haber caminado mal, de haber hecho un movimiento brusco y seguir andando. El dolor fue más fuerte, por eso tomó las riendas, se puso en manos de un fisioterapeuta y está mejorando cada vez más. La silla de ruedas es natural. Anda de un lado para otro sin parar. Se da cuerda solo. Cuando tiene que caminar mucho, usa la silla, después, ya se maneja muy bien con el bastón. Tiene 85 años. Su piel, su sonrisa, su gesto, no lo demuestran, gracias a Dios, pero es su edad biológica.

Alicia Barrios junto a Francisco, durante su visita al Vaticano.
Alicia Barrios junto a Francisco, durante su visita al Vaticano.

Él tiene una paz envidiable, seguridad, porque está convencido de que Dios trabaja a través de lo inesperado y en los contratiempos. Sube a los chicos al Papamóvil, donde se sienten como en un parque de diversiones. Cuando termina la vuelta, les pregunta: "¿Les gustó la excursión?".

Nadie que esté enclenque o enfermo va a programar como lo hace él. El viaje a Kazajistán, con una agenda religiosa apretadísima y de altísimo nivel, está confirmado. Es posible que coincida con Xi Jinping. Va con la misión de convocar desde Asia Central al diálogo pacifico entre las religiones. No se deja apretar. El acuerdo firmado con China para la designación conjunta de los obispos se encamina a ser ratificado, tiene el respaldo del Papa, en medio de las presiones de países como Estados Unidos, que rechazan el acercamiento de Roma a Beijing.

El martes que viene partirá hacia Kazajistán en una visita de tres días. Está en perfectas condiciones para sobrellevar las seis horas y media en las que recorrerá 5.262 kilómetros de distancia. Dará cinco discursos que ya tiene escritos. En Kazajistán el 75% de la población es musulmán, sólo hay un cuarto de cristianos, en su mayoría ortodoxos.

Bergoglio es inagotable. Interminable. Terminó con el consistorio de cardenales, siguió reuniéndose por Zoom con mandatarios y referentes de distintos países. En una de las ceremonias más emotivas de las que se tenga memoria, beatificó a Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa. Siguió con su agenda a full.

Es consciente de que Europa atraviesa las consecuencias de una tercera guerra mundial ya instalada. Faltará el gas en pleno invierno. No la están pasando bien, ni es la panacea que tantos argentinos que emigran creen encontrar. Francisco le pone el cuerpo y el oído a todo. Hay mucha expectativa puesta en él por su infatigable trabajo por la paz y el cese de la violencia. Tiene espalda. Sigue adelante, siempre avanti.

Pasamos 19 días en Roma que transcurrieron vertiginosamente en la que fue, tal vez, una de las coberturas más complejas en diez años. El mundo está movilizado. Sacudido por la guerra. Siempre está la amenaza de que la nube nuclear se expanda. Se convive con eso. Francisco lo lleva con una sabiduría de Dios. Nos despedimos con la promesa de volver pronto. Quedamos impregnados de ternura en nuestros encuentros. La compañía en la audiencia pública. Eso de hacerle lío vivando al Papá y gritando "Padre Jorge". La gioia (alegría del Evangelio) quedó en el aire y el pedido de "hacé un artículo" adelante de miles de personas. Acá está. Dejar testimonio es la medida de este tiempo. Hasta la próxima.