Brilló en cine y televisión en Argentina, pero un día dejó todo para emigrar con su familia y pudo reinventarse en España: cómo es la nueva vida de Marina Skell
Formó parte de los éxitos el film Plata Dulce y la tira Aprender a vivir. Pese a su éxito en el país, decidió mudarse a Madrid para cambiar su vida. Conocé su historia y su presente.
Entre su pasión por la actuación y un sueño familiar: Marina Skell, la destacada actriz del film Plata Dulce y de la popular tira Aprender a vivir, luego de dos éxitos consecutivos conoció a su actual marido, tuvo cuatro hijos, y emprendió el cambio más drástico de su vida, ya que se fue a vivir España hace más de 20 años y dejó su prometedora carrera en nuestro país.
Criada en la ciudad de La Plata, Marina estudiaba teatro en aquella ciudad e iba a Buenos Aires todos los fines de semana a visitar a su abuela materna, Rosa Gasalla, quien era tía de Antonio Gasalla y también su representante.
Concluida la secundaria, comenzó a estudiar arquitectura e historia del arte, pero su abuela le aconsejó mudarse a Buenos Aires, si es que estaba decidida a dedicarse a la actuación.
Ya en la gran ciudad capital, y viviendo con su abuela, comenzó a bucear en el frenético y fascinante mundo del teatro, mientras estudiaba con Carlos Gandolfo, y trabajaba como acomodadora en las funciones de Carlos Perciavalle y Antonio Gasalla.
La carrera de Skell no se quedaría allí, porque luego llegó la televisión, formando parte de la exitosísima tira Aprender a vivir, la cual comenzó siendo un ciclo semanal emitido por Canal 9 y pasó a transmitirse diariamente por el furor que provocó en el público de todo el país.
En 1982 Marina interpretó a Patricia en Plata Dulce, una película de comedia dramática-histórica con amplia crítica social al contexto político y económico en el que vivían los argentinos por aquellos años, dirigida por Fernando Ayala y protagonizada por Federico Luppi y Julio de Grazia. El film recibió el Cóndor de Plata a Mejor película en 1983.
Ese mismo año, la actriz conoció a quien hoy es su marido: el director y dramaturgo Carlos De Matteis. Ambos participaban en una obra de Mauricio Kartun que se llamaba Chau Misterix, junto a Pipo Luque, Gustavo Garzón y Marita Ballesteros. El proyecto nunca llegó a estrenarse, pero le dejó a una de las personas más importantes de su vida.
A solo dos meses de comenzada, la relación se casaron, y al poco tiempo tuvo a su primera hija, Catalina. Después llegarían Tomás, Olivia y Anastasia: “Eso atentó un poco contra mi trabajo, sobre todo en relación con lo que los productores esperaban de una actriz guapa que había sido revelación. Ahora las cosas cambiaron, pero en ese momento francamente atentó contra mi carrera”, reconoció la actriz durante una entrevista a La Nación.
En el mismo sentido, enfatizó en la demanda estética requerida en la época para las actrices de televisión: “Tenés que estar divina, flaca, espléndida y yo había tenido dos críos en el término de un año y poco más, y mi cuerpo se estaba recuperando”.
La arriesgada aventura de emigrar: su nuevo hogar en España
Debido a las crisis económica y social que atravesaba nuestro país en 2001, Marina y Carlos tomaron la difícil decisión de emigrar. Por una cuestión de idioma, decidieron que el lugar sería España: primero llegó ella y, a los tres meses, desembarcó él.
Sus cuatro hijos tenían en ese entonces entre 8 y 15 años y llegaron a tierras europeas sin ningún tipo de trabajo, aunque contaban con pasaporte italiano, lo que les permitió insertarse en el mundo laboral legalmente y sin ningún tipo de inconveniente.
No solo el idioma los alentó a elegir España como su hogar, sino que un medio hermano de Marina ya estaba establecido allí y Carlos tenía una alumna en Madrid que se había casado con un español que tenía compañía de teatro. Descartada Barcelona por su idioma catalán, Madrid se impuso como la opción más conveniente para armar las valijas y rearmar sus vidas.
Apenas llegada, la artista se desempeñó de lo que iba a encontrando por el camino: trabajó en una inmobiliaria y después en una agencia que vendía espectáculos a los teatros municipales.
Tras varios años ya instalados en España, se asociaron con otro argentino y montaron una escuela de teatro, que no prosperó con demasiado éxito. Tras conocer a un alumno que trabajaba en el ámbito empresarial, decidieron montar juntos Plot Point, una escuela de teatro que actualmente cuenta con dos salas para 70 personas y otra para 45 y lleva adelante sus propias producciones; hacen exposiciones y conciertos.
Si bien Marina se encargaba de la parte administrativa de la institución, su costado artístico y actoral pedía a gritos volver a emerger. Una vez que la escuela comenzó a marchar como ella quería, pudo reencontrarse con la actuación: hoy protagoniza Mi madre, Serrat y yo, que lleva 15 años en cartelera y fue escrita por su marido. Es un homenaje a Serrat basado en una historia entre madre e hija.
En 2016, Skell participó de María y los demás, tras hacer un casting en el que pedían a una mujer de entre 50 y 60 años con estilo de comedia. El film se presentó en el Festival de San Sebastián.
A más de 20 años de haberse ido del país, Marina se siente cada vez más lejos de Argentina, aunque reconoce que extraña mucho a sus amistades: “Me voy enterando de las noticias más que nada por los amigos. Acá, o te adaptás o te volvés”, le dijo también a La Nación, y reflexionó: “Nosotros pudimos porque vinimos con la familia, nos ocupábamos de los críos y no había tiempo para añorar. Extraño la relación con la gente, aquí me costó mucho hacer amigos españoles”.