Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) nacionales se realizarán en tres semanas y el ministro de Economía, Sergio Massa, ya acumula cuatro como precandidato presidencial de Unión por la Patria. La hoja de ruta que trazó con sus socios marca para el 13 de agosto “consolidar un tercio competitivo”, según aseguraron a Crónica desde su entorno, y el objetivo exige combinar desafíos en apariencia incompatibles: la conquista de los trabajadores y negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar una devaluación brusca de la moneda nacional como pretenden en Washington.

Cuando la mesa chica de Massa le pide un balance sobre los encuentros de cercanía que concretó en sus últimas recorridas de campaña con jubilados, trabajadores, comerciantes y pequeños empresarios, la respuesta preocupa a más de uno. Al precandidato presidencial se le hace evidente que hay “enojo y hartazgo” con la política. 

El contexto en el que la palabra de la dirigencia está “devaluada” -según el ministro le insiste a los suyos- subió al ring electoral de este año a los candidatos anti-política y a los discursos de “derecha”. Massa, al igual que su aliada estratégica, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, celebra haber logrado correrse del mundanal ruido interno que llevó al oficialismo al borde de aturdir su coalición y se planta en un perfil que viene delineando desde antes de encabezar la fórmula de “unidad” que selló también con el presidente, Alberto Fernández


¿Larreta o Bullrich?

Cualquiera que hoy se siente a conversar con Massa escucha la consigna que estableció para sí: “ser yo mismo”. “Uno aprende de las derrotas, te enseñan”, suele repetir sobre los años electorales en los que no prestó atención a su intuición. En el comando de campaña del ministro - precandidato insisten, por ejemplo, en que “Horacio (Rodríquez Larreta) se dedicó a repetir en vez de a construir su identidad y eso hoy le está trayendo problemas en la campaña” a diferencia de su contrincante en la interna de Juntos por el Cambio, la ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, con clara impronta antikirchnerista.

Tanto Massa, como Cristina y Alberto postulan esa conjunción variable con la frase “se pelean a ver quién es más de derecha”. A ese escenario hay que sumarle al candidato libertario cuya propuesta económica es dolarizar la economía. Según las encuestas, con los precandidatos de izquierda en cómodos cuarto y quinto lugar, Javier Milei de La Libertad Avanza reúne cerca de un 20% de intención de votos. “Hay pueblos del interior que no superan los tres mil habitantes donde Milei saca mucho más de eso”, afirma otra fuente que se mueve cerca de Massa.

Según los cálculos nacionales de los encuestadores, un tercio se inclina por Unión por la Patria, donde el votante elegirá entre el binomio Massa - Agustín Rossi de la lista “Celeste y Blanca” y Juan Grabois - Paula Abal Medina de "Justa y Soberana". Otro tercio por Juntos por el Cambio donde optará entre Rodríguez Larreta - Gerardo Morales y Bullrich - Luis Petri. Y un tercer tercio por Milei - Victoria Villarruel, quienes no tienen interna. 

Cuando a Massa su mesa chica le pregunta con cuál de Juntos por el Cambio prefiere competir en octubre, responde: “Me da lo mismo”. Es que hay semanas que le llegan mediciones donde Bullrich parece la contrincante más dura. Pero hay otras, como la última que sucedió a las elecciones en Santa Fe, donde las urnas se inclinaron por el candidato que respaldó Larreta y florecieron los análisis elogiosos a esa decisión inteligente del jefe de Gobierno porteño.  


Hoja de ruta fija

Por eso Massa repite a los suyos que hay que seguir la estrategia que se trazaron en Unión por la Patria desde hace meses: “consolidar un tercio competitivo” en las PASO porque ven un “partido largo” hasta noviembre, cuando tiene fecha la segunda vuelta electoral. Este primer desafío para las primarias encuentra al oficialismo en la casi incompatible tarea de combinar la gestión con la campaña. Un lugar donde chocan la visión de “futuro” con la alta inflación, con salarios que no terminan de recuperarse a los niveles del 2015 y con las presiones que llegan desde el FMI para devaluar.

Esta semana, por ejemplo, Massa se repartió entre hablar con los trabajadores y persuadir al FMI de que lo último que necesita el país es un cambio brusco del tipo de cambio. “Vengo a comprometerme y a defender el rol del salario en la puja distributiva", sostuvo el miércoles en la sede central de la Confederación General del Trabajo (CGT). Fue a pedir el voto y que “militen la boleta”. A conquistarlos con la promesa de “defender los derechos”.

Massa le dijo lo mismo el viernes a trabajadores de una empresa textil del barrio porteño de Villa Soldati a donde fue acompañado del precandidato a jefe de Gobierno, Leandro Santoro. En un spot que se difundió este sábado se lo ve charlar con uno de esos empleados que le pregunta por qué lo tiene que votar. “Votame porque soy peronista -le responde- y vos sabés cómo les va a ustedes con el peronismo y cómo les va cuando no gobierna el peronismo. Vienen por sus derechos. Creen que es mejor importar a producir, porque no creen que la Argentina sea capaz de ser productiva”, le argumenta Massa.

Estuvo allí el viernes en vez de estar en Washington, adonde iba a viajar el jueves por la noche si todo salía bien con las reuniones técnicas que la comitiva argentina mantiene allí desde el martes. Las negociaciones están empantanadas y el ministro intercala sus charlas de cercanía con sus videoconferencias con la directora gerente del Fondo, Kristalina Georgieva. 

Mientras tanto, en Washington, el FMI publicaba su Informe Anual sobre el Sector Exterior donde se refiere a la situación en la Argentina y sugiere como solución unificar el tipo de cambio, fortalecer las reservas, tener una política monetaria restrictiva y eliminar de manera gradual los controles de capitales.

Si de convencer se trata, cabe mencionar un debate interno en Unión por la Patria que volvió con fuerza: una suma fija que se incorpore a los ingresos más bajos por decreto. El Presidente no está de acuerdo. La CGT tampoco. Massa y Cristina la consideran una necesidad a consensuar tras las PASO para llegar competitivos a octubre. No hay tanto tiempo, en cambio, para un acuerdo con el FMI que permita despejar los próximos vencimientos de la deuda contraída en 2018 y maniobrar las tensiones cambiarias que suelen acompañar a las elecciones.