Por Matías Resano 
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En la madrugada del 20 de julio del año pasado las vidas de las familias Abosaleh y Carabajal cambiaron abruptamente, cuando la camioneta que tripulaba el cantante El Pepo se estrelló en la ruta 63, a la altura de Dolores. A partir de entonces los seres queridos de Ignacio y Nicolás debieron lidiar -todavía lo hacen- con el dolor y la angustiante sensación de injusticia potenciada por el arresto domiciliario del líder de la banda, el cual consideran arbitrario.

A las 4.30 de aquella jornada debían presentarse en Crazy Disco Bar, en la ciudad balnearia de Villa Gesell, Rubén Castiñeiras, de 45 años, y sus músicos. Los tiempos apremiaban; dada la distancia del recorrido, a una velocidad reglamentaria era imposible llegar a la hora pactada.

Por si fuera poco, en el trayecto, la camioneta Honda RCV se detuvo en una estación de servicio, en la que su conductor, El Pepo, descendió para comprar bebidas alcohólicas. Posteriormente continuó camino, a 139 kilómetros por hora, es decir, 29 kilómetros más de la velocidad permitida, con el agravante de que la niebla dificultaba divisar el horizonte.

La tragedia

En estas condiciones, en el kilómetro 8,5 de la ruta 63, a la altura de Dolores, Castiñeiras realizó una brusca maniobra que desencadenó el vuelco del vehículo. En consecuencia, producto del impacto, perdieron la vida Nicolás Carabajal, trompetista, de 32 años, e Ignacio Abosaleh, de 29 años, mánager del grupo. Justamente este último fue señalado por el cantante como el responsable del incidente, cuando argumentó ante las autoridades que "yo no manejaba, iba manejando Nacho, el pibito que está muerto ahí".

Una maniobra que constituye motivo de rechazo de los familiares de las víctimas hacia el acusado. En este sentido, Omar Abosaleh, papá de Ignacio, señaló a Crónica que "este hombre siempre obstruyó la causa, primero acusando a mi hijo. No aparece su celular al día de hoy, y Nacho era un aficionado a registrar imágenes, que podrían aportar información a la causa, y que además revelarían la personalidad de este individuo".

Por su parte, Carlos Carabajal, hermano de Nicolás, dejó en claro que "él dice que estaba en estado de shock, pero eso los hechos no lo demuestran porque reconoce a Nacho en el momento del accidente, pidió su mochila y su celular. Era consciente de lo que hizo, por eso desde un principio intentó lavarse las manos".

No obstante, dicha forma de reaccionar y asimilar el accidente que reflejó El Pepo no toma por sorpresa, en ningún aspecto, a Omar. El papá del mánager remarcó que "la indignación venía de antes porque Ignacio ya me venía diciendo que estaba intolerable, que era muy soberbio y por eso mi hijo no quería seguir con él, hacía mucho que no quería seguir. Los músicos cobraban 500 pesos por show".

Un malestar y desgano que también demostraba Nicolás en cada conversación con su hermano Carlos. Al respecto, este expresó, con bronca, que "le pido que deje de decir que son sus amigos porque el Gordo (en referencia a su ser querido) no era su amigo, sino su empleado. Por eso cuando escuché que les hizo una canción a los chicos no me entró en la cabeza, porque eso es ya pensar cien por ciento en él. No tenés tacto para nada, sino que seguís haciendo la vida como si nada".

Las palabras de Carabajal dan cuenta de esa sensación de impunidad, por la fama del cantante, propia de los beneficios que el acusado ha recibido en la causa por "doble homicidio culposo agravado", a cargo del juez Mariano Cazeaux, del Juzgado de Garantías Nº 2 de Dolores.

Uno de ellos es el arresto domiciliario que cumple el imputado en su casa de Santos Lugares, por una fractura de tobillo, sin pericia médica oficial. Por esta razón, el mencionado familiar reconoció que "da miedo todo eso porque no sabemos la próxima maniobra, aprovechando la fama del Pepo. De todas formas, la vamos a pelear".

Condena social

A pesar del revés judicial, un aliciente radica en aquello que los círculos íntimos de las víctimas llaman "condena social". Respecto de ello, Abosaleh consideró que "hay una gran condena social, mucho mayor que la que le da la Justicia, hasta que establezcan el juicio oral va a cumplir la condena en la casa. No creo en la Justicia, por eso me interesa la justicia de la gente, por la cual no creo que pueda, por más que a él le dé la cara".

Un respaldo que mantiene en pie a dos familias que por momentos se han derrumbado ante las pérdidas de Nico y Nacho, como reconoció el mismo Omar, confesando padecer "una gran depresión, en estos días, como me pasó el Día del Padre, a mí me cuesta ver a mi nieto, de quien me preocupa su futuro. Es muy duro. Esperemos que haya cierta justicia, aunque nadie me devuelve la vida de mi hijo, es muy triste".

Al mismo tiempo, Carlos, quien encabezó las sucesivas manifestaciones de justicia, aseguró que "hace un año que venimos las dos familias unidas, luchando por el pedido de justicia, tratando de que ese muchacho se haga cargo de lo que hizo. Pasaron muchas cosas, como el nacimiento de mi sobrino, los Días del Padre, y todo eso sin mi hermano. Fue un año muy difícil".