50 años de prisión para el empresario que abusó de sus cuatro hijas
La Justicia le aplicó a Alejandro Leguizamón la pena máxima establecida en el Código Penal. Las denunciantes se abrazaron tras el fallo.
Alejandro Manuel Rosario Leguizamón pasará el resto de sus días en la cárcel. En las últimas horas, el Tribunal Oral Criminal Nº 1 de Morón, integrado por la jueza Mariana Maldonado y sus pares Juan Carlos Uboldi y Claudio Chaminade, lo condenó a la pena máxima establecida en el Código Penal: 50 años de prisión por las violaciones reiteradas a cuatro de sus hijas.
El veredicto se leyó ante la presencia de las víctimas pero no del imputado, que prefirió no acudir a escucharla. Es exactamente el monto de pena solicitado por el fiscal Pablo Masferrer.
La audiencia comenzó a las 12 en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de Morón. La investigación estuvo a cargo de la fiscal Marcela D'Ascencao, de la Unidad Funcional de Investigación y Juicio (UFIJ) N° 11, especializada en violencia familiar y de género. El fiscal de juicio, Pablo Masferrer, requirió una pena de 50 años de cárcel.
"Me costó mucho tiempo tomar la decisión de denunciarlo, me decidí tras hablar con mis hermanas", dijo Romina, hoy de 32 años y trabajadora de la salud. Fue violada sistemáticamente por su padre desde que iba al jardín de infantes, cuando tenía 4 o 5 años. También atravesaron la misma situación tres hermanas: Soledad (30), Carolina (29) y Evangelina (27).
Leguizamón (55) vivía en su casa de Castelar Sur con su esposa y sus 11 hijos. "Lo mío con vos no es abuso, es incesto. Yo estoy enamorado de vos y juntos tenemos que hablar con tu mamá para que haga una terapia y lo acepte", le escribió en una carta a Romina. La firmó, escribió su número de DNI, le puso la fecha y agregó: "Si querés denunciame". Pero días después le quitó el papel y lo hizo pedazos.
La joven trabajaba con él en la fábrica, ubicada en la zona norte del Gran Buenos Aires. Allí también la violó. Y cuando regresaban juntos, en auto, pasaba por hoteles alojamiento para proseguir con los abusos.
"No digas nada, si vos hablás me pego un tiro y le va a pasar algo a mamá", le advertía. Romina narró parte de las aberrantes situaciones que atravesó. "Camino a mi casa me quiso obligar a entrar a un hotel, me quise tirar del auto y eso hizo que se arrepintiera. Se puso a llorar, me pidió disculpas", afirmó en diálogo con un medio gráfico.
En la casa, los abusos eran cometidos cuando las chicas estaban solas o cuando su esposa, hoy de 56 años, se iba. "Ella también fue víctima de violencia, no se esperaba estas cosas, la pasó mal. La mandaba a hacer compras, que tardara dos o tres horas, que fuera y volviera caminando, y cuando salía para cuidar a mi abuela, que era discapacitada", sostuvo Evangelina.
El hombre golpeaba a su esposa "por no cocinarle lo que quería". En una oportunidad la obligó a desnudarse, apuntándole con un arma, y la obligó a salir así a la vereda. "A ver cómo cogen adelante mío", la desafió junto al padrino de una de sus hijas, al sospechar que mantenían una relación.
Una insólita versión
En el juicio, que empezó el 6 de septiembre, el acusado negó todo y denunció "un plan" orquestado por su familia para quedarse con su fábrica de membranas, que sigue a su nombre. Por eso, su abogada defensora pidió que lo absuelvan.
El empresario estuvo tres años prófugo. Cayó en 2019, tras haberse refugiado con una identidad falsa en una casa que había alquilado en Rafael Castillo (La Matanza). Le secuestraron un revólver 38 largo marca Destroyer, así que también lo imputaron por "tenencia ilegal de arma de guerra".
Leguizamón, detenido en la Unidad 39 de Ituzaingó, había sido acusado de abuso sexual con acceso carnal reiterados (9 hechos), abuso sexual gravemente ultrajante para la víctima reiterados (3 hechos) agravados por haber sido cometidos por su ascendiente y por la situación de convivencia preexistente, como también por corrupción de menores (4 hechos).
"Espero que la sentencia sea lo que corresponde, que sea ejemplar", había pedido Evangelina. Lo mismo que sus hermanas, con quienes planearon cambiarse el apellido pero finalmente desistieron.