Por Marco Bustamante
@aquimarco

Charly Ripoli nació en Caballito, Buenos Aires, hace 33 años. Vive en Córdoba Capital y en su casa recibió a Crónica. Pensábamos encontrarnos un lugar absolutamente pintado de negro, con pesadas e inviolables cortinas para que no pase un rayo de luz. Nos imaginábamos una atmosfera densa, viciada de maldad, como nos enseñaron las películas de Hollywood. Bueno, nada de eso pasó.

Su hogar es cálido y agradable, una suave fragancia a incienso de lavanda corta el aire y salvo por una o dos imágenes del demonio en una repisa, son escasas las pistas que nos permiten darnos cuenta que estamos frente a un satanista. La madre del joven es tarotista, oficio que el heredó, pero en el camino  estudió psicología, periodismo y dirección de negocios; Al final las cartas pudieron más y hoy se dedica a eso.

Un día, de casualidad, llegó a sus manos la “Biblia Satánica”, el texto central y piedra fundacional de esa filosofía. Ripoli comenzó a leer y se enteró en ese momento que muchas de las cosas que aparecían grabadas en esas páginas, eran el fiel reflejo de sus creencias. Investigando un poco más,  se topó con los escritos de Aleister Crowley, un ocultista, poeta y alborotador profesional, ahí se convenció definitivamente que ese era su camino.

De apoco el satanismo se fue metiendo en su vida y cambió su percepción de la realidad. Pasó a ver las cosas desde un enfoque “satanista” o con los valores de  la filosofía de la iglesia de Satán fundada por Anton Szandor Lavey.

 “Salve, Satan”

Nos cuenta Ripoli, que “ser Satanista no es una religión, es una filosofía atea de vida; muchas veces van a escuchar que los satanistas somos malos y que hacemos cosas malas, pero en realidad lo que intenta esta línea de pensamiento es que te  valores a vos mismo y llegues al máximo de tu potencial. Y claro, nos gusta hacer todo lo que la iglesia católica rechaza”. Consultado sobre el tipo de rituales que realizan en su “Aquelarre”, el satanista nos cuenta que realiza magia sexual o de ley de atracción.  Revela además,  que es muy común encontrar rituales satánicos en  la zona de las montañas cordobesas o en Traslasierra.

Toma una imagen de Baphomet (una representación del demonio) y nos la enseña, es idéntica a la que está ubicada en el interior de la “Iglesia de Satán” en Detroit, Estados Unidos. Nos cuenta que la utiliza a diario para sus rituales.

 

Satanismo vs Satánicos

El poeta Jean Cocteau, dijo alguna vez que “Dios no habría alcanzado nunca al gran público sin ayuda del diablo”. Nuestro entrevistado aplica una frase similar para referirse a la sinergia y necesidad del catolicismo y como esa dinámica terminó construyendo lo que hoy conocemos como “el demonio”. Ripoli aclara que los Satanistas no creen en el Diablo, Satán o Lucifer. Creen que es solo un símbolo, y toman de ese concepto las ideas de libertad e individualismo. Pero niega la existencia esta entidad como un ser o persona.

Los “Satanicos”, en cambio, según las palabras de Ripoli, son  católicos porque aceptan no solo a Dios, sino que a toda la estructura jerárquica del cielo y el infierno. Siempre apoyándonos en los dichos de nuestro entrevistado, hay un segundo punto en el que son distintos: los satánicos realizan rituales como sacrificios y torturas. Los satanistas en cambio, están en contra del sacrificio de animales, abusos físicos y de poder, “No jodemos a nadie, somos libres”.

El diablo quiere meter la cola en política

Desde hace un tiempo, en los Estados Unidos, el Gobierno dejó de considerar “secta” a la iglesia de Satán y le otorga a esta organización el mismo estatus fiscal que a las instituciones benéficas y las iglesias. Ripoli, en Córdoba, no descarta que algo así ocurra en  nuestro país en algún momento. Tampoco descarta fundar su propio aquelarre y asegura que sería muy interesante participar en  política, principalmente para trabajar en que finalmente el estado argentino se separe de la iglesia católica. De llegar a ocupar en algún caso una silla, en un recinto local o nocional, sería la primera vez en la historia de nuestro país que alguien juraría por Satán y por la patria.