Años, décadas, de investigación del fenómeno OVNI, me permiten afirmar que "ellos" siempre han estado aquí en la Tierra. Desde la más remota antigüedad, seguramente desde mucho antes que los primeros homínidos caminaran sobre este suelo terrestre. Es más, coincido con el reconocido mundialmente, el investigador suizo Erich von Däniken en que, lo más probable, es que ese tan misterioso e inexplicable paso del primate al homínido y, luego, transcurridos varios millones de años, del homínido al hombre, hayan sido posible merced a la intervención de entidades biológicas inteligentes extrahumanas que utilizan a la Tierra como laboratorio de pruebas para la manipulación de la vida en todas las formas que conozcamos, o que la ficción científica pudiera proporcionarnos. Al menos por ahora y con los elementos que contamos.

La aparición en la Tierra de la especie humana

Es inexplicable todo cuanto ocurre en este planeta, a partir de la aparición de la especie humana. Una especie que, por sus características, en verdad parece trasplantada, originada en un sitio ajeno a este punto azul en el Sistema Solar al que hemos denominado Tierra. Cualquier especie de las estudiadas por las ciencias biológicas cumple una serie de determinadas características. Al menos un hábitat que le es propio (suelo, subsuelo, agua, aire) y si es un depredador (como en realidad somos los seres humanos) tiene alguna otra especie que lo contrarresta. Nada de esto se cumple con lo humano. Es importante evaluar esto.

Vivimos en el suelo, pero a la vez ambicionamos el aire; estamos seguros que la divinidad reside en el cielo. ¡Y queremos viajar hacia allá! Dónde está el Padre, el Creador. ¿Qué es esta certeza arquetípica, para utilizar un término de la Psicología propuesta por el notable suizo Carl Gustav Jung, de que no somos originarios de la Tierra, sino que venimos del Cielo?

Cualquier mito, toda leyenda, los relatos religiosos, todos nos remiten a un origen celeste. ¡No somos de aquí! El Populh Vuh afirma "soy hijo del barro pero también del cielo estrellado"- Son los semidioses que igualmente encontramos en cuanta historia antigua haya sobrevivido. ¡Hasta en el Antiguo Testamento! Los hijos del Cielo encontrando bellas a las mujeres de este planeta, las tomaron y engendraron a los gigantes. Gigantes en tamaño y en símbolo: eran poderosos en su hacer, longevos en su existencia (se sostiene que todos superaban con holgura los cien años de edad, manteniéndose fuertes, lozanos, vigorosos) y eran buenos conductores de hombres, grandes líderes. Una raza "superior"...

De vez en cuando, alguno (o varios) de ellos desaparecían en forma repentina y la creencia es que eran conducidos al sitio original de los antepasados. No sólo el Profeta Ezequiel fue arrebatado en un carro de fuego hacia las profundidades celestiales.

La hipotética evolución de una raza trasplantada...

Desde nuestra repentina e inexplicable aparición (al menos para la Ciencia actual que, convengamos, solo puede limitarse a emitir hipótesis al respecto) depredamos sin límite y la naturaleza û tampoco Dios û crearon una especie que nos impida semejantes desatinos. No es menester profundizar demasiado para comprender enseguida que no respondemos a las características de una especie nacida en forma natural. Muy extraño. A no ser que seamos capaces de admitir que la especie humana no tiene el más mínimo punto de comunicación con las otras que conocemos, ni las que se han extinguido.

Signos que nos diferencian

Si bien es cierto que el ADN es común y que poco nos diferencia de un primate, de igual manera que de una rata, también lo es que nuestra conducta y posibilidades sí nos diferencian por entero de todos los seres vivientes que habitan el planeta. Y parecería que tan enorme diferencia no encuentra respuesta en las mínimas diferencias de la estructura genética.

Hay respuestas que aún no sabemos...

¡Aquí hay algo más! Que desde siempre y hasta el momento no puede explicarse (O no entendemos aquello que los libros sagrados relatan...). ¿Qué llevó a los primates que se multiplicaban desde incontables generaciones a empezar una buena vez a convertirse en homínidos? Es decir, primates con algunas características humanas como el prescindir de caninos prominentes para masticar distinto, erguirse en dos extremidades inferiores, tener visión de profundidad y lo en verdad sorprendente: ¡empezar a hacer cultura! Ni que decir cuando surge el lenguaje que permite transmitir saberes, emociones, pensamientos, construir simbólicamente y referirnos a objetos inexistentes como los números. El lenguaje que provoca el surgimiento de lo inconsciente, tal como es concebido por el psicoanalista francés Jacques Lacan.

La búsqueda del eslabón perdido

Antropólogos, científicos y otros investigadores buscan aquel famoso "eslabón perdido" que, dicho sea de paso, nunca propuso Charles Darwin, sino que creyeron leer entre líneas sus seguidores del Siglo XX. Ese eslabón perdido que permita conocer cómo fue, y qué fue lo que lo provocó, que un animal empezó a convertirse en lo que, finalmente, devino lo humano. Y una y otra vez, la hipótesis más convincente es que alguien intervino provocando una mutación y muchos millones de años después, notando que la evolución natural no terminaba de concretarse, volvió a actuar artificialmente y devino el homo.

Sí, para entender ese permanente (pasado, presente, futuro, común denominador de todos los tiempos y civilizaciones) "malestar en la cultura" del que se ocupó Sigmund Freud, hay que aceptar que lo que sucede es que en algún lugar muy profundo del psiquismo, o del ADN, no voy a discutir si lo uno, lo otro o ambas cosas, está el sello que en cada humano dice no es terrestre.

Es una cuestión de nostofilia...

Nuestro malestar en la cultura está provocado por el hecho de que tenemos una nostofilia (memoria de la especie) que nos hace sentir nostalgia por encontrarnos lejos del hogar original o bien porque carecemos de él y para siempre. Tal vez no haya habido tal hogar original, ni útero materno, ni padre y madre, por algo Adán y Eva son expulsados del Paraíso, sino apenas un frío, limpio, aséptico, laboratorio donde unos alienígenas, llegados de otros sistemas solares o de otros universos, decidieron ocuparse en inventar una especie a partir de otras ya existentes en ese cuerpo que gira en torno de esa estrella de quinta categoría que, nuestros remotos astrónomos, llamaron Sol.

Por Antonio las Heras