Por Carlos Parodi (*)
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En su Opus Magnum conocida como la “República”, el filósofo griego Platón narra la espectral historia de un soldado -cuyo nombre difiere según las traduccionesque cae muerto en un campo de batalla. Relata que mientras su cuerpo yacía en tierra, su espíritu emprendió un vuelo onírico en el cual contactó con las siluetas vaporosas de otros soldados fallecidos.

Pero Platón advierte que misteriosamente el soldado abrió sus ojos en el preciso instante en el que estaban por incinerar el cuerpo en su propia pira funeraria. Infinitos son los matices acerca de los relatos sobre visiones o alucinaciones que tienen los moribundos ante la crisis final de la muerte.

Ya en las escuelas filosóficas de Atenas, se enseñaba sobre la “transmigración de las almas” y lo mismo sucedía en antiguos cultos con sus prácticas diseminadas entre las diversas civilizaciones. Durante la Edad Media, los clérigos daban un designio cristiano a quienes estaban en sus lechos mortuorios, con las consiguientes subdivisiones de “Purgatorio”, “Paraíso” e “Infierno”

 Esas visualizaciones de los moribundos - por momentos celestiales, y en otros aterradoras- cubrieron con su lúgubre manto todos los períodos de la historia. Paralelamente, surgieron explicaciones de índole científica que atribuían esa manifestación de sustancia sobrenatural a causas y efectos meramente físicos.

La filosofía, la religión y las ciencias presentaban asi su propio diagnóstico ante esa probabilidad ante lo inmaterial. Algunos religiosos se destacaron por sus audaces teorías, como el sacerdote italiano Próspero Lambertini (1675- 1758), quien consideraba que esas experiencias “extra corporales” no eran ni sagradas ni profanas, sino enteramente psíquicas.

El interés científico por las experiencias cercanas a la muerte se retrotrajo a finales del siglo XIX, en sintonía con la doctrina espiritista.

Eran tiempos en los cuales las personas fallecían en sus propios hogares, rodeados de familiares, sacerdotes y médicos. También había registros de moribundos quienes antes del suspiro final, decían haber visto a familiares que todavía “no aceptaban” que también estaban muertos, por lo que continuaban rondando por sus lugares de pertenencia terrenal.

Fue a comienzos de 1900 cuando la “Sociedad Americana para la Investigación Psíquica” solicitó a médicos y enfermeras de los hospitales todos aquellos registros orales y agónicos de los que estaban prestos a partir. El mismo derrotero siguieron las investigaciones del físico irlandés William Barret (1845- 1926) autor de “Visiones desde la cama del moribundo”.

Adentrado el siglo XX y hasta la actualidad, la ciencias que esa visiones son fruto de malfunciones psicofisiológicas vinculadas a influencias culturales y religiosas. También se apela a las alucinaciones provocadas por los efectos residuales de las anestesias o a los colapsos emocionales.

Pero pese a ello, estas indescifrables perturbaciones sobrenaturales permanecen como un enigma que sigue latiendo.

¿UN MILAGRO?
DSABA IR AL CILO PRO LLEGÓ AL INFIRNO
En 1976 se dio a conocer el caso del viaje a un “Más Allá Infernal “ que tuvo de testigo al operario de una empresa maderera en la región de Oregon, Estados Unidos. Thomas Welch se encontraba trabajando a gran altura y subido a un caballete, cuando trastabilló y sin protección alguna cayó a la profundidades de un río torrentoso.

Tras una intensa búsqueda, sus compañeros rescataron el cuerpo, dando por descontado que había muerto ahogado.

Pero cuando estaban trasladándolo a una funeraria, el propio Welch abrió los ojos y contó que durante su periplo espectral estuvo parado frente a un “siniestro lago de fuego y azufre” y que al igual que en una película, vio pasar toda su vida ante ese escenario escalofriante.

El hombre creyó estar en el mismísimo Infierno, al que describió como la más aterradora visión que un hombre puede tener a “este lado del Juicio Final”. Sin perder el sentido del humor también expresó que “el infierno existe. No sé por qué razón siendo yo tan creyente estuve ahí por varios minutos, y eso que soy un fervoroso lector de la Biblia”, aseguró.

El protagonista contó los detalles de esa breve pero infernal estadía en su libro “El Asombroso Milagro de Oregon”.

(*) Investigador paranormal y ufológico