La leyenda de los Reyes Magos y la estrella de Belén
Una aproximación a la verdadera historia de un hecho único: los sabios del Oriente fueron guiados por un fenómeno celeste peculiar para encontrar el nacimiento de Jesucristo.
Por Prof. Antonio Las Heras
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A partir del Nuevo Testamento, nos hemos enterado que, guiados por una estrella, unos Magos viajaron desde Oriente a Belén para homenajear a Jesús en su nacimiento, llevándole ofrendas como incienso, mirra y oro. Nada más dicen los evangelistas. Empero, esto es suficiente para comprender que se trataba de sacerdotes/astrólogos, practicantes de Magia Blanca que vivían en Persia. Si bien se ha dicho que eran tres e incluso se los ha nombrado como Melchor, Gaspar y Baltazar, estos datos únicamente están en los llamados Evangelios Apócrifos, usualmente rechazados por distintas líneas de la religión cristiana. Mas es evidente que estos sabios del Oriente habían obtenido, mediante su ciencia esotérica, la certeza de que estaba próximo a producirse el nacimiento de un hombre sin igual y que un fenómeno celeste peculiar les permitiría encontrarlo.
Milenarios documentos asirios, caldeos y babilónicos demuestran claramente la existencia de escuelas iniciáticas donde eran formados tales magos, verdaderos conocedores de las leyes esenciales del Cosmos, por lo que mal podía pasarle desapercibido el nacimiento de Jesús. Pero resta una incógnita, que no es menor: ¿qué era, en verdad, aquella "estrella" que los guiaba? No hay una respuesta definitiva, pero existen posibles respuestas.
A causa del movimiento aparente de los planetas en el firmamento puede darse que dos e incluso más de ellos aparenten estar muy próximos. Incluso, en ocasiones hasta se confunden, a ojo desnudo, dando la apariencia de un cuerpo celeste nuevo, difuso, muy luminoso. Estos hechos la Astronomía los llama "conjunciones planetarias". Tales acontecimientos fueron tenidos siempre en cuenta a lo largo de la Historia, como ocurre con el que puso en marcha a esos "magos venidos del Oriente" rumbo a Belén.
El primero en sostener que la "estrella de Belén" era, en verdad, una rara conjunción planetaria fue el astrónomo alemán Johannes Kepler, quien en 1604 observó una conjunción planetaria entre Júpiter y Saturno visible en la constelación de Piscis. Como buen matemático, calculó conjunciones planetarias que habían podido observarse en tiempos próximos a la Natividad encontrando una particularmente interesante: En el año 7 a. C. Júpiter y Saturno tuvieron un acercamiento aparente en el cielo muy destacado y también lo hicieron en la constelación de Piscis. Esa vez Saturno y Júpiter se acercaron y alejaron mutuamente hasta tres veces, lo que se llama conjunción triple, durante 6 meses.
Con la informática actual calculamos en poco tiempo qué conjunciones planetarias especialmente llamativas fueron visibles desde Babilonia en una fecha dada. Si marcamos un margen de años próximos a la Natividad, el resultado que nos dan es de dos conjunciones planetarias, además de la propuesta por Kepler. La primera en agosto del año 3 a. C. entre Júpiter y Venus, y la segunda fue en junio del año 2 a. C. entre dichos planetas.
Otros estudiosos proponen que la estrella bíblica fue una "nova" que, debido a reacciones nucleares en sus capas más superficiales, aumenta mucho su brillo. Crónicas coreanas y chinas cuentan que algo así sucedió en el año 5 a. C. El objeto habría sido visible al amanecer, en el Este. A medida que pasaba el tiempo se haría visible más tiempo antes de que saliera el Sol hasta que, en 3 meses, el fenómeno se vería a medianoche en el Sur en lugar del Este. Así, el objeto sería visto por los Magos en el Este (según el Evangelio de Mateo) y, luego, señalaría la posición de Belén, una vez situados en Jerusalén. El experto David Hughes entiende que la traducción del griego original del Evangelio de Mateo tiene un error por una diferencia muy sutil de palabras: en vez de leerse "en el Este" debe ser "en la primera luz del alba". Lo que refuerza que era una estrella nova.