Gilda: la santa bailantera
Fue la reina de la movida tropical en nuestro país. Tras su muerte, se convirtió en leyenda y aseguran que realiza milagros.
Por Marco Bustamante
En el kilómetro 129 de la Ruta Nacional 12, descansa el esqueleto gigante de un viejo micro repleto de ofrendas. En una pequeña ermita cercana se atesoran cientos de fotos, carteles y objetos en honor a “Gilda, la Santa bailantera”.
La cantante murió trágicamente el 7 de septiembre de 1996, a los 34 años, en un accidente de tránsito que ocurrió justo en ese lugar, cuando el micro en que viajaba se daba de frente contra un camión de carga. En el accidente, también fallecieron 3 de sus músicos, su madre y su hija.
Crónica llegó al santuario a casi 25 años de la tragedia, para comprobar que todavía hoy, miles de personas acuden para rendirle homenaje. Por suerte, una pareja se hizo cargo del cuidado de la hectárea donde se encuentra ubicado el viejo micro, hoy meca de peregrinación para los fans y devotos de la cantante. Todo está en orden y cuidado. Son respetuosos y dejan que cada uno viva como quiera la devoción.
El 11 de octubre, en conmemoración de su nacimiento y el 7 de septiembre, en recuerdo de su fatal accidente, son las dos fechas en que concurren más personas al lugar. Hay quienes llegan desde Buenos Aires en bicicleta. Nada detiene la Gildamanía, ni el tiempo, ni la muerte.
Testimonios de Fe
Para referirnos a los milagros realizados por Gilda, todavía en vida, tenemos que remontarnos a un recital en Jujuy. La cantante estaba actuando y notó que a unos metros, debajo del escenario, una pequeña lloraba desconsoladamente. Al finalizar el concierto, la abuela de la niña se acercó para revelarle el motivo del llanto: su madre está en terapia intensiva, y todo el tiempo, la nena le ponía sus temas como si ésta pudiera curarla. Cuenta la historia, que pocas semanas después, la madre se recuperó.
Luego en el medio de otro recital una señora, le pidió a gritos que le cure la diabetes. Gilda se quedó callada, sus músicos comenzaron a impacientarse pidiéndole que cante, Gilda la miró y le dijo “No hago milagros, pero si el poder de mi música te puede ayudar, bienvenida sea la música”.
Al santuario del kilómetro 129 llegan miles de personas cada año pidiéndole a quien fue en vida Gilda, que las cure de las más diversas dolencias. Es un fenómeno similar a la Difunta Correa, la gente acude al lugar porque dicen sentir la presencia de la santa pagana. Miriam Alejandra Bianchi, fue una mujer común, maestra de jardín, que un día se convirtió en Gilda y poco después, en una Santa.