Varias son las historias y vivencias que atraviesan muchas personas a lo largo de su vida, pero muy pocas son las que experimentan fenómenos paranormales, a veces inexplicables, y que les quedan rondando siempre en su cabeza y raciocinio, para ver si pueden llegar a encontrarles una explicación.

En el país, uno de los más importantes grupos de investigadores paranormales, Dogma Argentina, se dedica a ayudar a personas con este tipo de experiencias y, además, busca encontrar respuestas para intentar evitar que esos eventos perturbadores dejen de suceder.

En ese contexto, meses atrás el grupo investigativo, habitual usina informativa de este suplemento, realizó un concurso para que sus miles de seguidores pudieran contar sus experiencias paranormales. De esas historias, el jurado, compuesto por varios de los integrantes de la agrupación, eligió como la más impactante la que envió una empleada del complejo ferial La Salada, Corina González Martin quien, además de ganar el concurso, ahora tendrá la posibilidad de que su caso salga a la luz en este suplemento.

Una experiencia paranormal en La Salada

Corina comentó, a través de una narración en el sitio web de Dogma Argentina, que su historia inexplicable ocurrió hace aproximadamente 18 años en la feria La Salada, que se ubica en la localidad de Ingeniero Budge, partido de Lomas de Zamora.

La mujer es empleada de un local en el que los puestos de los vendedores son de hierro y alambre, y un día envió a su compañera a otro de los puestos mientras ella se disponía a cerrar la caja y realizar el recuento de stock. Su tarea habitual. "Fue entonces que se me apareció caminando un hombre joven latino, parecía colombiano o venezolano por el acento", cuenta Corina, quien sigue su relato: "Quería venderme unos aritos que hacía en el momento con alambres. En ese momento le digo que no, pero el hombre insistió con querer realizar los aritos, por lo que terminé diciéndole que sí".

Tras aceptar, el hombre le advirtió a la mujer que el precio solo sería de 1 peso, e inmediatamente comenzó a sacar las herramientas de trabajo y hablar con la mujer mientras construía los aritos prometidos. Corina agregó que el hombre "hablaba hasta por los codos" y de cualquier tema, hasta sobre los campos sensoriales, y le indicó que ella tenía "una energía super way".

En un momento de la extensa charla, el artesano, con acento latino, le dijo a Corina que ella era la reencarnación de María Magdalena, por lo que la mujer no se aguantó la carcajada y se echó a reír al haber escuchado esa cita. Ella recuerda que trataba de cambiar de tema, pero que el vendedor insistía y seguía abarcando el tema de las comparaciones y reencarnaciones. "No terminaba más los aritos y se me hacía eterno", pensaba Corina. "La seguridad del lugar pasaba y se reía al verme, y yo por dentro me preguntaba de qué se reían tanto, mientras el hombre continuaba su parloteo mientras elaboraba los aretes que me había dicho costaban un peso", destacó la vendedora.

Al terminar, el supuesto extranjero le entregó dos aritos a la mujer que representan un sol y una luna, e inmediatamente comenzó a explicarle el motivo por el que decidió hacerle ese diseño. Sin embargo, Corina escribe en su relato que no recuerda esos argumentos. Luego de que el hombre le entregara su adorno realizado, y de darle las explicaciones por el diseño, ella sí se acuerda que le dijo que debía cerrar el puesto de trabajo y retirarse del lugar, porque su amiga ya estaba volviendo...

Los aritos similares a los que el artesano le entregó a la puestera

Luego de pagarle el trabajo, el hombre volvió a hablar: "Tenés una caja de zapatos con cosas guardadas en un lugar específico, guárdala con eso". Y ni bien finalizó esas indicaciones, le entregó un pimpollo de rosa y se retiró del lugar. Así, sin más.

El otro regalo del vendedor: un pimpollo de rosa

Al llegar su compañera de trabajo, tras efectuar la labor encomendada en otro puesto, Corina le consultó si había visto al hombre que acababa de irse, pero, para su asombro, su compañera le dijo que no, que allí no había visto a nadie. En ese momento Corina pensó que quizás el vendedor de aritos se había ido muy rápido y su compañera no se lo cruzó. Por eso comenzó a contarle todo lo que había ocurrido mientras la otra mujer se había ausentado. Al finalizar las labores de ese día, las trabajadoras cerraron el puesto y volvieron a sus casas.

A la feria siguiente, González vio a dos de los guardias de seguridad que habían pasado el día de los aritos y se rieron al verla, por lo que decidió acercarse a ellos y preguntarles qué era lo que les causaba tanta gracia. Corina esperaba una respuesta relacionada quizás con el vendedor, pero, para su sorpresa, uno de los vigiladores le dijo que la vieron hablando sola y que por ese motivo comenzaron a reírse... "¿Cómo sola?", les replicó Corina. Y los efectivos, cada uno defendiendo su postura, le insistieron que en ese lugar, aquel día, no había nadie, y menos que estuviera vendiendo. Sin decir nada más, la mujer se alejó de esos vigiladores y comenzó a pensar sobre la secuencia del día anterior y que era verdad que todo se había dado de alguna forma llamativa, ya que el vendedor fue de forma directa a su tienda y luego, al retirarse, se fue y no es que paró en otros puestos para ofrecer sus artesanías.

De todas formas, y a pesar que su compañera de trabajo y los hombres de seguridad dijeran que no vieron al extraño hombre, los aros aún siguen estando en la casa de Corina. Y no solo eso, sino también el pimpollo que le entregó al irse y que aún hoy se encuentra duro como una piedra, bien guardado en la caja. Encerrado junto a un gran misterio...

OTRO HECHO PARANORMAL: VACACIONES EN NECOCHEA

Varias fueron las anécdotas contadas por los participantes del concurso de Dogma Argentina. Y otra que llegó a llamar la atención, aparte de la de la feria, fue la de una mujer que viajó a Necochea para descansar de la rutina.

Muchas veces sucede que aquellas personas que logran realmente descansar en sus vacaciones y desconectar con lo cotidiano consiguen conectar mucho más con lo sensorial, por lo tanto, lo que le sucedió a Anna Kantor le puede pasar a muchos viajeros.

La mujer relató que hace más de 25 años vacacionó junto a sus hijos en la costa de Necochea y se alojaron en la casa que le prestó su cuñada. "Era una linda casita típica de la costa, de esos chalecitos con jardín delantero y parque detrás, que construyó el padre de Angélica y donde ella con su hermana y padres pasaron los veranos de la infancia", relató Kantor.

La mujer recordó que pasaron unos hermosos días con la familia. Luego de unas semanas regresaron a sus rutinas, se encontraron con Angélica, la dueña de la casa y su hermana, Rosa. Le contaron todo lo que hicieron en las vacaciones y la situación en la que se encontraba la casa y lo bonita que era. Anna dijo que en el medio de la charla comentó al pasar que varias veces se despertó a las dos de la mañana porque escuchaba en el pasillo que conectaba a las habitaciones un tintineo como si fuera el de una persona que caminaba con un cinturón a medio colocar.

La mujer hizo el comentario para sacar tema sobre las vacaciones, o averiguar si existía algún llamador de ángeles o algo, pero para sorpresa de ella al ver las caras de sus cuñadas se dio cuenta de que no se trataba de un acontecimiento normal. "Se pusieron blancas como un papel. Y tardaron un rato en recomponerse", narró la mujer. "¿Qué pasó?", preguntó, desconcertada, a lo que las otras dos, que de a poco iban tomando color y se recomponán, comenzaron a desentrañar lo que eso significaba.

Sus cuñadas le comentaron a Anna que cuando ellas vacacionaban en la casa con sus padres, ese ruido era distintivo de su padre, cuando se iba a dormir a altas horas y salía del baño camino a las habitaciones con el cinturón desabrochado. La mujer asombrada no podía creer que se tratara de algo que ocurría hacía tanto tiempo y ella sintió tan latente el ruido que le parecía mentira que no existiera algo material que generara ese sonido en la casa, sino un acontecimiento que vivieron sus cuñadas cuándo eran pequeñas.

Muchas veces suele suceder que el cuerpo al estar relajado y la cabeza despejada las personas logran conectar mucho más con la naturaleza y sentir fenómenos que quizás suceden diariamente pero que no somos capaces de detectar por vivir acelerados en nuestros asuntos laborales o personales. En este caso la única integrante que pudo ser capaz de detectar el sonido que quedó plasmado en el tiempo fue la madre de familia, mientras que los demás integrantes, tanto los pequeños como su marido, no lo percibieron.