Cómo dilapidar el prestigio que tanto costó conseguir en unos segundos
Por Nico Kischner.
Sábado de primavera al taco. Madrugada en Argentina. Desde la pantalla salen imágenes borrosas para esos ojos que apenas pueden creer lo que está pasando al otro lado del mundo. Falta un buen rato para el final y los recuerdos de victorias que se escapaban en los últimos segundos le dan la cuota lógica de pesimismo y desconfianza al momento.
Menos para ellos, claro está. En la cancha solo hay precisión. Hacen lo que tienen que hacer. Dejan todo el uno por el otro y logran poner de rodillas por primera vez en la historia a los mejores del mundo. En un juego que suele hacer culto de la caballerosidad, al menos adentro de la cancha, lo que ocurre afuera cuando termina el partido es aún mejor.
El capitán del equipo y el jugador que anotó todos los tantos se enfrentan a un periodista y dan una clase de lo que significa vestir la camiseta de Los Pumas. Hablan del triunfo frente a los All Blacks como una victoria que se empezó a construir hace décadas y aseguran que todos los estuvieron en la Selección a lo largo de los años son parte de la gesta. En ningún momento hay un yo o un él, siempre un nosotros.
Cada deporte tiene una idiosincrasia que, más allá de algunas características que son globales, en cuestiones puntuales va variando de país a país. La del rugby en Argentina se construyó en base a miradas propias y ajenas sobre quienes practican la disciplina.
El llanto al cantar el himno. El tirarse de cabeza por un campañero. El respeto a la autoridad. La tenacidad de no darse por vencido ni aún vencido. Y así se podría seguir enumerando imágenes que el mundo del rugby supo mostrar adentro del verde césped.
Instantáneas que fueron generando admiración en aquellos que no suelen escuchar seguido hablar de un tackle, un line, un forward o un maul y que cada vez que ven un partido se siguen preguntando por qué se juega con una pelota ovalada en lugar de una redonda.
Con el sarcasmo como herramienta, Ezequiel Campa hace una particular pintura de lo que muchos también piensan de ese mundillo a través de Dicky del Solar, un conservador, xenófobo y misógino rugbier que vive en un country de Zona Norte y que sin inmutarse despacha barbaridades de todo tipo en videos que tienen miles de visitas en YouTube.
El propio humorista declaró hace unos días que cuando tres años atrás creó su personaje quiso hacer "una exageración" y luego notó que no estaba "tan alejado de la realidad, sino bastante cerca". Y lo contó no sólo por los cientos de mensajes que le llegan de personas que no diferencian ficción de realidad y lo critican por sus dichos.
La referencia tenía que ver también con la trascendencia pública que tuvieron los tuits que en 2011 y 2012 habían publicado Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Socino, capitán y jugadores, respectivamente, de una selección de Los Pumas que este fin de semana enfrentará a Australia en la última fecha del Tres Naciones.
Para los pocos que no se enteraron, los por aquel entonces adolescentes subieron a la (allá lejos creciente en nuestro país) red social Twitter una serie de mensajes objetables desde todo punto de vista. La UAR primero los suspendió a modo de sanción y luego dio marcha atrás con la pena ante el rechazo que esa medida había generado en el ambiente del rugby.
¿Cómo dilapidar el prestigio que tanto costó conseguir en unos segundos? Después de la polémica generada esta semana, Matera y compañía seguramente tendrán la respuesta. O al menos un abanico de posibles contestaciones. Porque después del épico triunfo contra Nueva Zelanda y el empate que casi es victoria posterior contra Australia todo fue cuesta abajo para Los Pumas.
La ausencia total de tacto para sumarse al homenaje global a Diego Armando Maradona fue el inicio de una debacle en la consideración popular que costará mucho levantar. La excusa fue la falta de planificación por la importancia del partido. Pero los mismos All Black dejaron ese sábado en evidencia que los argentinos podrían haber hecho algo más que ponerse una cinta adhesiva negra en sus musculosos brazos.
Para colmo, el archivo que a nivel virtual "mandó al muere" a los rugbiers por sus tuits, también les jugó en contra en lo mediático cuando se viralizaron imágenes del equipo entrando con la remera negra con el 11 de Jonah Lomu, el crack neozelandés fallecido hace cinco años.
Del amor al odio popular y viceversa, en pocos pasos. Tocan una fibra íntima los rugbiers con cada una sus acciones. De no ser así cómo se entendería que esas mismas redes que allá lejos y hace tiempo esos jóvenes que hoy son representantes de la Selección usaron para publicar comentarios indefendibles, en estos últimos días se llenaron de todo tipo de mensajes para defenestrar ese accionar. Nadie, o casi nadie, se quedó afuera.
El Indio Solari, por ejemplo, publicó en su perfil de Instagram un contenido que sacó de otra cuenta y que avaló como propio: "No me gusta descender del mismo árbol de la historia de estos muchachos (...). Estos jovencitos están convencidos de que son algo especial y en esa voluntad aristocrática se transforman en unos tontos dañinos".
Aclaración pertinente antes de finalizar. La columna está centrada en las apariciones públicas de Los Pumas como representantes de Argentina ante el mundo (del rugby y fuera de él) y en los privilegios y responsabilidades que implica ese rol. Por eso, y solo por eso, quedó de lado cualquier comentario sobre el brutal crimen de Fernando Báez Sosa, el chico de 18 años asesinado por un grupo de rugbiers a la salida de un boliche de Villa Gesell.
Ahora sí, para el cierre, el último de los videos de Dicky del Solar en el que "justifica" el fallido homenaje de Los Pumas a Maradona. Buena semana.