Más de 60 años después del exitoso lanzamiento del primer satélite soviético, Sputnik volvió este martes a aparecer en la historia de Rusia, pero esta vez para consagrarse como la primera vacuna contra el coronavirus, un virus que mantiene en vilo al planeta hace más de seis meses.

Al anunciar la primera vacuna oficialmente registrada por un Gobierno en el mundo, el Ministerio de Defensa ruso informó que fue bautizada Sputnik V, el mismo nombre del primer satélite que la Unión Soviética logró poner en órbita en el espacio, en una de sus mayores victorias en la carrera tecnológica con Estados Unidos durante la Guerra Fría.

Sputnik se traduce al español como “satélite”, pero también es una palabra que deriva del griego y que significa “compañero de viaje”.

El nombre cobró una dimensión especial para el mundo entero por primera vez en octubre de 1957, cuando la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite en la historia de la humanidad y eligió llamarlo Sputnik.

Un mes mas tarde, en noviembre, lanzó el satélite Sputnik 2 y también fue el primero del mundo en llevar una perra, Laika, al espacio.

Sputnik fue sinónimo de orgullo nacional y una victoria en la carrera armamentística que disputaba con el país norteamericano, que para intentar alcanzarlo impulsó la creación de la Agencia Espacial Estadounidense (NASA) y terminó logrando poner a un hombre en la luna.

"Es un momento como el del Sputnik", recordó a finales de julio el director del fondo de riqueza soberana del Kremlin, Kirill Dmitriev, sobre el anuncio de una posible vacuna este mes.

"Los estadounidenses se sorprendieron cuando escucharon los pitidos del Sputnik. Es lo mismo con esta vacuna. Rusia habrá llegado primero", agregó Dmitriev, dejando claro el sentido político que el Estado ruso da a la primera vacuna registrada oficialmente en esta pandemia y en medio de múltiples investigaciones científicas en el mundo.

Del mismo modo que aquel 4 de octubre de 1957 y aunque ya no se trata de un mundo polarizado, Rusia volvió a colocar la palabra Sputnik a la cabeza de una carrera, científica y tecnológica, que también disputan Estados Unidos, Alemania, Reino Unido y China.