Lula recibió la banda presidencial de manos de representantes de etnias y minorías
En su discurso en el Palacio del Planalto, tras recibir la banda presidencial, Lula parafraseó un texto del chileno Pablo Neruda, al afirmar que los brasileños saben que “pueden cortar las flores pétalo a pétalo, pero todos saben que llegará la primavera. Y aquí ha llegado”.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio "Lula" de Silva, recibió esta tarde la banda presidencial de manos de una mujer negra y rodeado por representantes de etnias y minorías sociales, ya que el presidente saliente, Jair Bolsonaro, viajó a Estados Unidos para evitar esta ceremonia y el vicepresidente de este último, Hamilton Mourao, se negó a suplirlo en el traspaso del mando.
Lula recibió la banda en lo alto de las escalinatas de acceso al presidencial Palacio del Planalto y, tras ser investido con los atributos del mando, se tomó de las manos con su vicepresidente, Geraldo Alckmin, y sus respectivas esposas, para levantarlas en saludo a la multitud que siguió la ceremonia desde la explanada del edificio.
En su discurso en el Palacio del Planalto, tras recibir la banda presidencial, Lula parafraseó un texto del chileno Pablo Neruda, al afirmar que los brasileños saben que “pueden cortar las flores pétalo a pétalo, pero todos saben que llegará la primavera. Y aquí ha llegado”.
Además, afirmó que su gestión combatirá “todas las desigualdades: las de la riqueza, las del acceso a la salud y la educación y las de género”, entre otras, y consideró que “la realidad del país salta a los ojos en cada esquina”.
“Juntos somos fuertes; divididos seremos siempre el país del futuro que nunca llega. No puede haber lugar para tanta desigualdad. La grandeza de un país reside en la felicidad de su pueblo y nadie es feliz en medio de tanta desigualdad”, manifestó Lula.
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Luego, Lula lloró ante la multitud que desbordó Brasilia cuando habló de la desigualdad, luego de recibir esta tarde la banda presidencial de manos de una mujer negra y rodeado por representantes del pueblo, ante la negativa del mandatario saliente, Jair Bolsonaro, de hacer el traspaso del mando, y apuntó a la reconciliación social cuando prometió "gobernar para 215 millones".
"Voy a gobernar para 215 millones de brasileras y brasileros y no solo para quienes votaron por mí", prometió. "A nadie le interesa un país viviendo en pie de guerra", agregó y pidió terminar con las "bombas y las fake news".
"La necesidad de unir al país, somos un único país, un único pueblo, somos todos brasileros", insistió.
La primera dama se corrió a un costado, mientras no dejaba de secarse las lágrimas con las manos.
Tras ser investido con los atributos del mando, se tomó de las manos con su vicepresidente, Geraldo Alckmin, y sus respectivas esposas, para levantarlas en saludo a la multitud que siguió la ceremonia desde la explanada del edificio.
Llevar en la fórmula a uno de sus históricos rivales y formar una alianza amplia, con nueve partidos más independientes al frente de sus 37 Ministerios, es un primer intento del líder "petista" por superar divisiones.
Pero las divisiones que más conmovieron a Lula durante su discurso, no fueron las políticas, sino las sociales.
"Trabajadores desempleados exhibiendo, en los semáforos, carteles de cartón con la frase que nos avergüenza a todos: 'Por favor, ayúdenme'", dijo mientras lo interrumpieron las lágrimas y tuvo que beber agua para seguir.
Bolsonaro dejó un país signado por el regresó al mapa del hambre de la ONU, que mostró que el 28,9% de la población del país padece "inseguridad alimentaria moderada o severa".
Por eso, el hambre, una de sus obsesiones de campaña, también fue un tópico central. "El principal compromiso que hicimos en 2003 fue luchar contra la desigualdad y la pobreza extrema, y garantizar a cada persona en este país el derecho a desayunar, almorzar y cenar todos los días, y cumplimos ese compromiso", dijo Lula.
Pero enseguida lamentó, que 20 años después, Brasil volviera "a un pasado que creíamos enterrado", donde "la desigualdad y la pobreza extrema están aumentando nuevamente y ha vuelto el hambre".
"El hambre es hija de la desigualdad, que es la madre de los grandes males que retrasan el desarrollo de Brasil. La desigualdad disminuye nuestro país de dimensiones continentales, al dividirlo en partes que no pueden ser reconocidas", concluyó.