El brasileño Erik De Moura tenía planeado pasar la noche tranquilo en su departamento de Champlain Towers, el edificio que a la madrugada del jueves se derrumbó cobrando la vida de, hasta el momento, 18 personas. La razón por la que hoy Erik está con vida fue su novia, Fernanda Figueiredo, quien lo invitó a pasar la noche en su casa.

"Estaba justo en la puerta de su casa, a punto de salir. Y por alguna razón, ella me pidió que me quedara", dijo de Moura a CNN en una entrevista a pocos metros de lo que fue su hogar.

De Mourna llegó a los Estados Unidos de Brasil y comenzó a alquilar su departamento en Surfside, Florida hace tres años. El complejo se convirtió en su hogar, donde vivía y llevaba adelante su negocio de ventas. “Me sentía seguro allí”, dice De Moura. “Es el único lugar que conozco en Miami”.

La noche previa al accidente el joven empresario salió de su departamento con una olla de feijoada, típico guiso brasileño, y emprendió camino a la casa de su novia. Fernanda, aprovechando que su hijo se encontraba fuera de casa, hospedó una juntada para ver el partido de Brasil contra Colombia con De Mourna y otras dos parejas.

Luego de jugar ellos mismos un corto partido en el patio trasero de Figueiredo, las vistas comenzaron a enfilar hacia la salida. “La gente estaba entrando en sus coches y yo dije: ‘Yo también me voy a casa’”, narró De Moura al Washington Post.

De Mourna en su departamento del edificio Champlain Towers.

Pero Figueiredo le pidió que se quedara la noche. De Mourna dudó si quedarse o volver a Champlain Towers, ya que tenía una sesión de entrenamiento personal la mañana del día siguiente y quería bañarse y ponerse ropa limpia antes de ir. "Quería ducharme y dormir cómodamente. Pero ella insistía en que me quedara", recordó.

Finalmente su novia ganó la doméstica disputa y De Mourna pasó la noche en su casa. La pareja se quedó despierta un rato más, hablando y bebiendo cervezas. De Mourna calcula que se acostó cerca de 30 minutos después del derrumbe que enterró su hogar, y desapareció a 150 personas.

De Mourna despertó temprano la mañana del jueves, a las 5.30. Pensando en dormir unos minutos más antes de salir, buscó en la cocina su teléfono. Fue entonces que se enteró de la tragedia. Varios mensajes de texto y llamadas perdidas iluminaban su pantalla. Alarmado, llamó a la encargada del edificio, una mujer llamada Rochelle. “Dios mío, estás vivo”, fue lo primero que le dijo cuando contestó.

Cientos de vecinos fueron desplazados por el derrumbe, que enterró todas sus pertenencias entre los escombros.

Hasta que la empleada no le mandó fotos de lo que había sido su hogar, el hombre no pudo creerlo. Desde ese trágico día ha visitado un par de veces los escombros, todavía conmocionado por el siniestro que cobró la vida de dos de sus amigos.

Desde el derrumbe, De Moura se está alojando en un hotel con varios otros residentes desplazados, mientras tratan de lidiar con lo vivido: "A algunos de ellos (los desaparecidos) los veíamos todos los días", contó a CNN, y agregó: "Nos juntábamos en la piscina y en la playa. Así que definitivamente hay mucho dolor en este momento. Estoy muy agradecido por estar vivo, pero muy triste por la tragedia".

Para mí, para Fernanda, esto es definitivamente un milagro”, contempló. “Esto es un acto de Dios”.