Historias del crimen: ¿Quién fue Manuel Blanco Romasanta, el "hombre lobo de Allariz"?
El peor asesino serial de la historia de España confesó haber matado 13 personas por "instinto", usando sus patas y dientes para acabar con sus vidas y comerse los restos. Se cree que utilizaba la grasa de los cuerpos para fabricar ungüento y venderlo a Portugal.
Las historias paranormales de vampiros, fantasmas y ovnis siempre han captado la atención de cualquier lector o televidente porque encierran un manto de misterio, y si con ellas se sabe que fueron reales, potencia aún más los relatos.
Esta tiene como protagonista a Manuel Blanco Romasanta, el denominado "Hombre lobo de Allariz", a quien se le atribuyen 13 crímenes en la España del siglo XIX, pero se cree que fueron más las víctimas que cayeron "en sus garras".
Desde su nacimiento (en noviembre de 1809), la vida de Romasanta atravesó por adversidad, ya que sus padres (Miguel Blanco y María Romasanta) creyendo que era una niña lo anotaron con el nombre de Manuela, debido a su aspecto físico que daba la sensación de ser una niña pero no lo era, de hecho, recién a sus seis años un médico de la ciudad española de Orense pudo constatar que era un niño, por lo que los investigadores creen que Romasanta era hermafrodita, o sea que tenía sexo de mujer pero segregaba hormonas masculinas y sufría constante episodios de violencia.
Algunos datos de la época indican que provenía de una familia acaudalada, ya que sabía leer y escribir, algo insólito en aquel entonces. Además, en 1825 recibió la confirmación junto a sus hermanos en la iglesia Santa Eulalia de Esgos, por lo que no se trataba de alguien inculto.
Con el paso de los años se dedicó al oficio de sastre, carpintero y buhonero (vendedor ambulante) y a pesar de su altura (137 centímetros) no ha sido un blanco de burlas en su Orense natal, de hecho, a los 21 años se casó con Francisca Gómez Vázquez, pero en 1834 su esposa falleció y quedó viudo.
Manuel Blanco Romasanta: inicio de su carrera criminal
La muerte de su esposa pareció ser un "click" en su vida ya que dejó la ciudad y comenzó a deambular como vendedor ambulante por la provincia hasta llegar a abarcar la comunidad de Galicia, incluso llegó a conocer Portugal y todos sus caminos.
Su primer problema con la justicia lo tuvo en 1844, cuando fue acusado de matar al alcalde de la ciudad de León, Vicente Fernández, debido a que éste lo iba a embargar por una deuda de 600 reales. Tras ser condenado a 10 años de prisión, Romasanta se fugó y fue declarado en rebeldía.
A pesar de ser buscado intensamente, Romasanta escapó y se instaló en el pequeño pueblo de Rebordechao (Allariz), una localidad montañosa cerca de la frontera con Portugal, donde se mezcló con la gente y estableció amistad con muchos de ellos, sobre todo con las mujeres, ya que ahí se dedicó a ser tejedor bajo el nombre de Antonio Gómez.
Su perfil afeminado y su forma de ser hizo que las mujeres se acercaran mucho a este sujeto, quien aprovechó esta condición para comenzar su carrera de asesino. Tras ganar su confianza, Romasanta acompañaba a las mujeres a través de los bosques de Redondela y Argostios, como un supuesto acompañante y protector de las mismas, pero que en realidad era todo lo contrario.
Comienzo de las muertes
Su primera víctima fue Manuela García Blanco en 1846, quien vivía junto a su hija de seis años y pretendía salir de Galicia para ir a Santander en busca de una casa para servir. Romasanta se ofreció a acompañarla por ese sendero boscoso, tras la afirmación de la victima, ésta y su hija encontraron la muerte y nunca más se supo de ellos, de hecho, Romasanta dijo que las había dejado en la casa de un sacerdote.
Al año siguiente, la hermana de la víctima y su hijo de nueve años, corrieron la misma suerte, ya que con la promesa de un mejor porvenir, decidieron ir hasta Santander a probar mejor fortuna, pero la muerte los alcanzó a manos del asesino serial, quien además falsificaba cartas escritas por la víctima en la cual decía que se encontraba bien.
En 1850 la nueva víctima fue Antonia Rúa, quien tenía una pequeña hija, y ambas fueron asesinadas en el bosque. El modus operandi siempre fue el mismo, ganarse la confianza de las víctimas, proponerles un mejor futuro en otras ciudades y al llevarlas por el bosque darles muerte.
A todo esto, además de ser tejedor, Romasanta se desempeñaba en otros oficios, entre ellos vender unguento de grasa, situación que comenzó a causar sospecha entre los habitantes, ya que se creía que el mismo estaba compuesto de grasa humana que vendía a Portugal. Además, algunas pertenencias de las muertas comenzaron a aparecer con lo cual, la comunidad gallega sentía que había un "sacamantecas" entre ellos.
Manuel Blanco Romasanta: escape y detención
Alertado por la situación, Romasanta escapó de Galicia con un pasaporte falso aunque e implementó un operativo de búsqueda para dar con el asesino. Finalmente, en 1852 y tras ser reconocido por varias personas, Romasanta fue detenido en el pueblo de Nombela, y en su declaración se ganó el mote de "El hombre lobo de Allariz", ya que ante la justicia española sostuvo que "había matado a varias personas pero no bajo su forma humana sino como un lobo".
En pleno juicio llevado adelante por el fiscal Manuel Blanco Bastida en la ciudad de Allariz, el asesino sostuvo que "la primera vez que me transformé fue en la montaña de Couso. Me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo. Estuvo merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi cuerpo, el que usted ve ahora, señor juez".
Además confesó haber matado a trece personas por instinto, usando sus patas y dientes para acabar con sus vidas y comerse los restos.
Manuel Blanco Romasanta: condena y muerte
Tras las declaraciones y argumentos, la justicia española lo condenó el 6 de abril de 1853 a la pena de "garrote vil" (máquina para ejecutar a un acusado comprimiéndole la garganta) ya que encontró que no era un maníaco o loco, además de pagar una multa de mil reales.
Sin embargo, como el caso fue tan mediático, el hipnólogo francés Philips sostuvo que no había pruebas suficientes contra el acusado por lo que solicitó la revisión a la Reina Isabel II, que patrocinó la causa, ya que podría tratarse de un caso de licantropía (trastorno mental en el cual una persona se cree lobo). La soberana aceptó la conmutación de la pena capital a la cadena perpetua.
De su muerte no se sabe mucho, ya que el relato oficial indica que "El lobo de Allariz" murió el 14 de diciembre de 1863 en una prisión de Ceuta de un cáncer de estómago, pero otros creen que pereció a manos de compañeros de pabellón, y otros se atreven a decir que escapó de la prisión y recluyó en las montes de Ourense, ya que se desconocen donde están sus restos ni hay registros de salida de la prisión tampoco, lo cierto, en que en la noches de luna llena en la zona de Galicia, todavía se escuchan los aullidos de un lobo hambriento.
POR G.A.