Era el joven más peligroso de Estados Unidos, estuvo 68 preso y a los 83 años recuperó su libertad
Se trata de Joe Ligon, quien había sido sentenciado por dos cargos de asesinato en primer grado y al día de hoy sigue negando haber cometido los crímenes. En noviembre de 2020, la Justicia falló a su favor y hace unos meses salió de la cárcel.
Joe Ligon, quien hace muchos años fue considerado el delincuente juvenil más peligroso de Estados Unidos, recuperó su libertad tras pasar casi siete décadas en la cárcel en Filadelfia, donde cumplió la condena por recibir una sentencia por dos asesinatos en primer grado que al día de hoy niega haber cometido.
El hecho en el que Ligon "se metió en problemas" se remonta a un viernes por la noche en 1953. Se había encontrado con un par de personas que conocía casualmente y mientras caminaban por el vecindario, se encontraron con otras personas que estaban bebiendo.
"Empezamos a pedirle a la gente algo de dinero para poder conseguir más vino y una cosa llevó a la otra ...", cuenta.
Aunque se niega a profundizar, es un hecho aceptado que la noche terminó en una ola de apuñalamientos en la que él estuvo involucrado, un destello de violencia que dejó dos muertos y seis heridos.
Ligon fue el primero en ser arrestado. Dice que, sinceramente, en la estación de policía no pudo decirles a los agentes con quién había estado esa noche, según cosignó la BBC. Allí lo retuvieron durante cinco días, sin acceso a ayuda legal.
Esa semana, el entonces joven de 15 años fue acusado de asesinato, una acusación que siempre ha negado, aunque desde entonces aceptó en una entrevista con la emisora estadounidense PBS que apuñaló a dos personas que sobrevivieron y expresó sentir remordimiento.
"Ellos [la policía] nos dieron declaraciones para firmar que me implicaban en el asesinato. Yo no asesiné a nadie", indica.
Pensilvania es uno de los seis estados de EE.UU. donde la cadena perpetua no incluye ninguna posibilidad de libertad condicional.
Ligon enfrentó lo que se llamaba audiencia de grado de culpabilidad, en la que admitió los hechos del caso y el juez lo declaró culpable de dos cargos de asesinato en primer grado.
El adolescente no estuvo en el tribunal para escuchar que lo habían sentenciado a cadena perpetua obligatoria sin libertad condicional, lo que no es inusual dado que la sentencia en ese momento fue una conclusión predeterminada.
Pero significó que fue a la cárcel sin conocer los términos completos de su sentencia, y no se le ocurrió preguntarle a nadie.
"Sabía que tenía que cumplir una pena en prisión pero no tenía idea de que estaría allí por el resto de mi vida. Nunca había escuchado las palabras 'cadena perpetua con libertad condicional'", cuenta.
Ligon cuenta que ingresó en el sistema penitenciario confundido, más que asustado.
Como prisionero AE 4126, Ligon aparentemente nunca cuestionó cuánto tiempo le quedaba en prisión.
La rutina carcelaria
Vivió en seis cárceles a lo largo de 68 años, adaptándose cada vez a la rutina de la vida carcelaria.
"Te despiertan a las 6 en punto con el megáfono, con una voz que dice 'ponte de pie para el conteo, todos, es la hora del conteo' ... a las 7 en punto es la hora de comer, a las 8 en punto es la hora de trabajar".
Después de la comida del mediodía, regresaba a sus funciones. Pasar lista nuevamente por la noche y la cena marcaban el resto de su día: la vida en prisión permaneció prácticamente igual, mientras que el mundo exterior cambiaba irrevocablemente a lo largo de las décadas.
"No me metí con drogas ni bebí alcohol en la cárcel, no hice ninguna de esas locuras que hacen que la gente muera, no traté de escapar, no le hice pasar a nadie un mal momento", recuerda.
"Me mantuve tan humilde como pude. Lo que la prisión me enseñó, junto con muchas otras cosas, fue a ocuparme de mis asuntos, tratar siempre de hacer lo correcto, mantenerme alejado de los problemas cuando fuera humanamente posible".
Unos 53 años después de su sentencia, le dijeron a Ligon que un abogado quería verlo.
Animado por el fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos en 2005 que dictaminó que los menores no podían ser ejecutados, Bradley S Bridge había comenzado a investigar lo que él creía que sería el próximo gran problema legal que surgiría: los menores a quienes se les había dado cadena perpetua sin libertad condicional.
En ese momento, Pensilvania tenía 525 prisioneros en esas circunstancias, que era el número más alto en el país, según Bridge.
Filadelfia tenía 325, y Ligon era el que más tiempo había complido. El asistente del defensor acordó reunirse con él.
"Realmente no estaba al tanto de su sentencia", cuenta Bridge, de la Asociación de Defensores de Filadelfia.
Para Ligon, la reunión fue reveladora. Cuando Bridge le mostró una copia de la apelación que impugnaba el estatus legal de su sentencia, fue la primera vez que Ligon se enteró de los términos de su encarcelamiento.
"Me di cuenta de que me habían tratado mal desde el momento de mi arresto. Me enseñaron y aprendí que era inconstitucional ser sentenciado (como menor) sin posibilidad de libertad condicional".
Aunque para Ligon fue sin duda el primer rayo de esperanza real de que algún día saldría de la prisión, durante los siguientes 15 años tomó decisiones que a algunos les resultaron difíciles de entender: rechazó las oportunidades de liberación porque venían con lo que él llama "una sombra de por vida".
"La Junta de Libertad Condicional me visitó dos veces. Aceptar la libertad condicional habría sido una forma rápida de salir hace años", dice.
"[Pero si lo hubiera hecho] estaría en libertad condicional por el resto de mi existencia y mi caso no exigía la libertad condicional de por vida. Si mi caso lo hubiera requerido, no habría sido un problema. Pero por eso me resistí".
En 2016, la Corte Suprema de EE.UU. dictaminó que todos los menores sentenciados de por vida debían recibir nuevas sentencias.
Al año siguiente Ligon fue condenado nuevamente a 35 años, lo que significaba que podía solicitar la libertad condicional debido al tiempo cumplido.
Bridge lo instó a hacerlo, pero se encontró con una negativa rotunda.
"Todos, los asociados, trabajadores de la administración, presos… [decían] '¿por qué no acepta la libertad condicional?'" recuerda Ligon.
"Y yo decía: 'No voy a aceptar algo a cambio de algo que puedo mejorar'. [No lo hice] por mezquino o por malvado, nada de eso. Si aceptaba la libertad condicional seguirían tratándome mal".
Salir de prisión después de 68 años
Así Bridge tuvo que impugnar la sentencia de 2017 y finalmente llevó el caso a un tribunal federal, donde en noviembre de 2020 el juez falló a su favor.
Cuando Bridge fue al condado de Montgomery a recoger a Ligon el 11 de febrero, encontró al ex recluso notablemente tranquilo.
Un mes después de su liberación reflexiona con cierto grado de asombro sobre el día en que dejó la Institución Correccional Estatal de Phoenix.
"Fue como nacer de nuevo. Porque todo era nuevo para mí, casi todo [había cambiado], las cosas siguen siendo nuevas para mí", dice y agrega: "Todo esto es nuevo". Los últimos 68 años han tenido un costo para Ligon.
Sabe que ha perdido tiempo esperando su liberación sin libertad condicional, tiempo que podría haber pasado con miembros de su familia, muchos de los cuales ya murieron.
Sin embargo, aunque este hombre de 83 años se adapta a lo que esperó por tanto tiempo, tiene pocos planes, y espera encontrar un trabajo de limpieza, o como conserje.