Una de las carreras que disputó la ciencia en todo la historia tiene como rival a la muerte, ya que con el paso de los siglos los investigadores lucharon para lograr "la vida eterna" de una persona o intentar resucitarla cuando muere.

Si bien hasta el día de hoy no pudo lograrse ninguna de ellas, existió hace varias décadas un hombre que lo intentó por todos los medios. Es que en la década del '30, el científico estadounidense Robert Cornish inventó un sistema para resucitar muertos y creía que, por medio de la ciencia, iba a poder devolverle la vida a las personas que estaban muertas y comenzó su auspicioso experimento con animales.

Cornish logró probar su teoría con algunos perros y a estos los nombró como Lázaro, el personaje de la Biblia que "volvió a la vida" gracias a Jesús. Pero tenía en mente algo mucho más grande y por lo que comenzó su investigación, quería revivir a un delincuente condenado a pena de muerte.

Cabe destacar, que el científico nació el 21 de diciembre de 1903 en California y poseía una mente superior a la media, claramente estaba destinado a hacer historia dentro de la ciencia. Terminó sus estudios preparatorios a la corta edad de 15 años y fue calificado como un niño prodigio que se interesaba en las ciencias. Además, se graduó con honores en la carrera de Biología en la Universidad de Berkley tres años después, y a los 22 ya había recibido un doctorado.

Robert Cornish apostó la resurrección humana (Archivo).

Debido a su fama como una promesa en el mundo de la ciencia, el doctor Cornish fue rápidamente contratado como investigador científico en los laboratorios de Berkley. Allí pudo desarrollarse en diversas ramas y concebir experimentos que no eran del todo ortodoxos, como aquel que permitía leer periódicos bajo el agua mediante el uso de unos lentes especiales.

Robert comenzó a trabajar en proyectos científicos un tanto extraños y poco a poco se convirtió en una persona muy respetada por la comunidad de investigadores. En 1931 empezó su mayor y más perturbador experimento: resucitar a los muertos.

Robert Cornish: el proyecto Lázaro

El asunto es que el doctor se obsesionó con una palabra: resurrección. Debido a que era un científico respetado, fue escuchado y los grandes laboratorios le prestaron sus instalaciones para que desarrollara su más grande propuesta científica.

Sus primeros experimentos los realizó con tres perros, primero les inyectó éter, un líquido que se utiliza en medicina como anestésico, según el portal especializado Britannica. De esta manera, los animales morían clínicamente y Robert podía poner en marcha su esperanzadora teoría.

Robert Cornish tenía un elevado coeficiente intelectual (Archivo).

El biólogo creía que si balanceaba el cuerpo muerto de arriba abajo en repetidas ocasiones, y le aplicaba sangre, anticoagulantes y oxígeno, podía reactivar los sistemas del cuerpo inerte.

Los tres primeros intentos fueron un fracaso, pero los dos últimos canes revivieron y sobrevivieron durante meses. Eso sí, resucitaron con importantes daños cerebrales, alteraciones nerviosas severas, motricidad desequilibrada y ceguera.

Noticia en los medios 

“Robert E. Cornish, biólogo californiano que sorprendió a la comunidad científica al revivir a un perro clínicamente muerto, recientemente repitió el éxito de su experimento original con resultados aún más prometedores”, se leyó en el New York Times en 1935.

“Cuando habían transcurrido seis minutos desde el último latido, el joven doctor Robert E. Cornish dispuso a Lázaro II a un dispositivo de “sube y baja”, llamado teeterboard. Allí abrió una de las venas del muslo del terrier para aplicar una solución salina saturada de oxígeno y que contiene adrenalina y estimulantes para el corazón, el extracto de hígado, heparina y un poco de sangre canina de la que había sido la fibrina (sustancia coagulante) que se retiró...".

Los medios estadounidenses siguieron el método (Archivo).

"La solución estimulante se hundió en un medidor de vidrio, ya que se filtró en el cuerpo a través de cinco pies de tubo de goma, comenzó a levantarse en pulsaciones lentas y Lázaro II quedó sin aliento por momentos. Sus piernas temblaban. Su corazón empezó a latir, débilmente al principio, luego como un triphammer. Lázaro II estaba vivo", contó en su crónica el diario neoyorkino.

"Un segundo perro es resucitado”, tituló en aquel entonces la revista científica Modern Mechanix. Según los datos compartidos en esa publicación, había logrado traer de la muerte a los animales en alrededor de una hora y media.

Prueba humana

Su experimento generó un gran revuelo y la universidad canceló el proyecto, ya que no toleraban el trato al que sometía a los perros con los que experimentaba. Sin embargo, esto no frenó a Cornish, que continuó su investigación en su casa, esta vez con cerdos en vez de con perros, dada su similitud con el ser humano.

Una década después, el Dr. Cornish quería ir por algo más, ya que el hombre pretendía llevar sus métodos de resurrección con un ser humano. En 1947 ya había conseguido un voluntario: Thomas McMonigle, un asesino de niños preso en la prisión de San Quintín, que había ofrecido su cuerpo para ser reanimado después de que se le ejecutara la pena de muerte.

Thomas McMonigle fue un temible asesino de niños (Archivo).

"Él (McMonigle) siente que, si esto es posible, el método exitoso podría usarse para salvar la vida de innumerables personas inocentes que podrían morir (en prisión) permanente, por ahogamiento, por descargas eléctricas o por asfixia”, dijo Cornish en declaraciones citadas por el medio Daily News.

Lo cierto, es que Robert tenía esperanzas de que las autoridades penitenciarias le otorgaran el permiso para manipular el cuerpo del criminal una vez fuera sometido a la cámara de gas, pero no fue así.

La negativa se dio ante la posibilidad de que Cornish triunfara y permitiera que McMonigle no solo pudiera ser resucitado, sino que saliera libre al haber ya cumplido con su condena, por lo que las autoridades del estado de California negaron la solicitud.

Finalmente, debido a la presión mediática, Cornish renunció a su proyecto porque algunos colegas y organizaciones lo habían criticado. Poco a poco su obsesión lo llevó a estar en el ojo del huracán de las críticas de muchos colegas, pero Cornish se retiró del proyecto y enfocó su prodigioso cerebro en la ciencia tradicional, en tanto, el 6 de marzo de 1963 falleció por causas naturales.