El fallecimiento de Felipe de Edimburgo movilizó fuertemente la interna de la familia real británica, que viene de días convulsionados debido a las acusaciones que lanzaron Harry y su mujer Meghan Markle, quienes se mudaron a Estados Unidos.

Desde el entorno más cercano, la principal preocupación pasa por ver cómo van a resolver la herencia de Felipe. 

Por lo que asegura Vanity Fair, el patrimonio es cercano a los 15 millones de dólares, una verdadera fortuna para un ciudadano común, pero no tanto como parecía en un principio, inclusive a minutos de su deceso, las cifras se estimaban en el doble.

Desde que la familia del Duque fue destronada y se fue al exilio, Felipe no contaba con un patrimonio personal hasta que se casó con Isabel.

Debido a que no tenía negocios propios, por ser el marido de la monarca, el estado británico le brindaba un sueldo público de casi medio millón de dólares al año.

A pesar de que ya no ejerció mas desde 2017 sus labores de consorte, siguió cobrando ese importante salario.

Y como si esto fuera poco, Isabel le daba parte de la plata que recaudaba del Ducado de Lancaster en posesiones, bonos y fondos extra.

El duque de Edimburgo recibió pinturas de la Commonwealth, sobre todo obras ligadas al paisajismo y al arte figurativo y las mismas entran en el patrimonio del príncipe consorte.

La reina Isabel II la que heredará la fortuna que haya tenido Felipe y ella decidirá qué hacer con el dinero, si dividirlo entre sus hijos, nietos y bisnietos, donarlo o guardarlos.

El estado británico tiene una norma que evita pagar el impuesto a las sucesiones cuando esa herencia pasa de "consorte de soberano a soberano", o "de soberano a nuevo soberano".

El dinero de Felipe podría pasar ahora a la reina Isabel y, con el tiempo, al príncipe Carlos, si es él el que asume el reinado en algún momento.

Este mecanismo se usó cuando murió la reina madre, Isabel Bowes-Lyon, en 2002: los casi 100 millones de dólares de esa fortuna fueron directamente hacia Isabel II, que los repartió cómo quiso.