De estos Juegos Olímpicos, que se están llevando a cabo en la capital japonesa de Tokio, han brotado numerosas historias de vida y de superación de los atletas, que hacen que cada logro o mérito que tengan se vuelven aún más conmocionantes.

Este fue el caso de Italo Ferreira, el flamante campeón de surf, quien además se convirtió en el primer brasilero en llevar una medalla de oro a su país el martes de esta semana. Luego de una actuación heróica subido su tabla y enfrentándose a las peligrosas aguas que el tifón Nepartak había agitado, el surfista salió victorioso en los brazos de los miembros de su equipo y rompió en llanto de felicidad.

El campeón olímpico festejando su triunfo junto a los miembros de su equipo.

La primera competencia de surf en las olimpíadas se realizó en el mar de Tsurigasaki, a unos 100 kilómetros del sur de Tokio. Si bien las condiciones climáticas se habían dado a la perfección para disputar la competición, el esfuerzo del deportista de 27 años fue mayor, dado que su tabla se había partido en dos con una mala maniobra que realizó frente a la primera ola. No obstante, lejos de bajar los brazos y rendirse, regresó a la arena para tomar otra y volver a las olas. Y el resto ya es historia.

Entrené mucho, durante meses. Ahora mi nombre está escrito en la historia del surf.

Tras consagrarse campeón olímpico, Ferreira fue entrevistado por una periodista del diario O Globo, que lo encontró en medio de la euforia de la victoria, pero cuando intentó expresarse, las lágrimas lo desbordaron e interrumpieron su discurso: "Cuando uno se para a pensar en tu historia y de donde vienes ...".

Y siguió: "Mi intención es ayudar a las personas, a mi familia (...) Ojalá mi abuela estuviera viva para ver esto. Estoy muy feliz de ver en lo que me he convertido, por lo que hice por mis padres. Siempre pedí que este sueño se hiciera realidad, y sucedió", afirmó. Para comprender el cóctel de emociones que recorría el cuerpo del surfista, hay que remontarse a su pasado.

El surf es considerado un deporte popular en el nordeste de Brasil, de donde es oriundo Italo Ferreira. Nacido en el pueblo de Baía Formosa, en un contexto de precariedad, el hoy campeón se entusiasmó por este deporte desde niño, pero no fue hasta los 10 años que pudo conseguir su primera tabla para practicar.

Anteriormente, Italo se lanzaba al mar con las tapas de telgopor de las heladeritas donde su padre almacenaba el pescado para vender en la playa. También pedía prestadas las tablas de sus primos.

Tras el enorme esfuerzo por parte de su familia, el joven consiguió su primera tabla, un elemento indispensable para esta destreza deportiva. A partir de entonces, se entregó por completo a esta actividad que tanto lo apasionaba, y entrenó día y noche para anotarse a las primeras competiciones locales. Aunque, sin dinero ni patrocinadores que lo ayuden a solventar estos gastos, sus posibilidades volvían a ser limitadas.

Su esfuerzo hubiera sido en vano de no ser por Luiz 'Pinga' Campos, el gran cazatalentos del surf brasileño, quien le permitió dedicarse de forma profesional a este deporte. Tras encontrarlo un día entre las olas haciendo un giro de 360 grados, quedó fascinado por el jovencito de Baía Formosa, y decidió acompañar su carrera.

Desde que consiguió su primera tabla, Italo conquistó numerosos títulos, pero su primer gran mérito ocurrió en 2019, cuando se consagró campeón mundial del World Surf League (WSL) en Hawái, convirtiéndose en el tercer brasileño en conseguirlo.

"Cuando vienes de abajo, cuando pasas dificultades, uno tiene más voluntad, más garra, más determinación. No ha sido diferente conmigo", remarcó durante la entrevista a O Globo.

Con el dinero recaudado, el campeón olímpico continuará trabajando en el Instituto Italo Ferreira, con fines benéficos y caritativos para los niños de su pueblo natal, cuya sede se encuentra en la casa donde vivía su abuela, Dona Mairiquinha, fallecida dos años atrás, la gran inspiración de este atleta que el martes, ya convertido en leyenda, le dedicó su oro olímpico.

Merecido premio: la insólita historia de Italo Ferreira que lo llevó a competir en los Juegos Olímpicos

Para llegar a Tokio este mes, el surfista pasó por una serie de eventos increíbles que hacen que su imagen se entaltesca aún más.

Según detalló la agencia Reuters, el surfista sufrió un gran robo en el 2019, cuando entrenaba en los Estados Unidos, en el que le quitaron, entre todsas sus pertenencias, el pasaporte y el visado para entrar a Japón.

Una vez realizado el trámite para conseguir un nuevo documento para viajar y su visado en el país extranjero, su vuelo a Japón se vio alterado por un tifón, que obligó al brasileño a sufrir 18 horas de retraso en su viaje. Para cuando el avión aterrizó, su manga clasificatoria del Mundial ya hubía empezado. Del aeropuerto a la playa donde se celebraba la competición había 10 minutos en coche, y la participación de Italo estaba mucho más que complicada.

Al llegar al evento, tan solo contaba con nueve minutos de su manga, y debía puntuar en al menos dos olas, ya que iba 12 puntos por detrás del líder. Pero, para añadir más drama a la situación, el deportista estaba 'pelado': había salido a la carrera del aeropuerto, sin su equipaje ni sus tablas de surf.

Fue entonces cuando su compatriota Filipe Toledo le prestó una de sus tablas, y entonces, Italo Ferreira decidió meterse en el agua con unas bermudas de jeans con las que había hecho todo el viaje. Pese a todos los inconvenientes, ese día se consagró campeón y logró su pasaporte a la cita olímpica.