Por Mariano Cerrato
@MarianoDCerrato

"Darle a cada chico ropa, un peluche y verlos felices”, sintetiza como objetivo de cada una de sus entregas en diálogo con “Crónica” Lilia Álvarez (86 años), presidenta del centro de jubilados Abuelas del Corazón de la localidad bonaerense de Lanús, un lugar distinto a lo que se conoce por estos centros en general.

Cada martes y viernes en tiempos en los cuales las reuniones para las personas mayores de 60 años estaban permitidas, estas abuelas se juntaban en un taller de costura “a arreglar muñecos” para ponerlos como nuevo para el próximo niño o niña que lo vaya a poder recibir.

“De 9 a 17 nos juntamos y nos ponemos a arreglar los peluches que nos llegan a través de donaciones. Si tienen vestido, les hacemos el vestido nuevo para que la nena que lo reciba lo tenga como nuevo y no algo que esté sucio, o en mal estado", resalta Lidia.

Para cumplir con esta premisa, las Abuelas del Corazón lavan cada uno de estos peluches que les llegan y los secan con un secarropa que les llegó a través de una donación, para luego tener listos los peluches y “envolverlos en celofán” para ser entregados a sus nuevos dueños.

Sus comienzos

Lidia se enorgullece al recordar a su marido, quien falleció ya hace 15 años y fue quien tuvo la idea de comenzar a llevar adelante tareas comunitarias en un centro de jubilados que antes funcionaba “como cualquier otro centro”.

“Cuando con mi marido fundamos el espacio en agosto de 1987 éramos un centro común. Luego él comenzó a tener problemas de salud, tuvo un ataque al corazón y un ACV por lo que junto al resto de las abuelas lo empezamos a cuidar. Fue después de eso que nos planteó porqué el lugar no pasaba a llamarse ‘Abuelas del Corazón’ para ayudar a los chicos carenciados”, explicó.

Los niños reciben obsequios cada vez que ellas los visitan

Sin embargo, una vez que falleció el creador de la idea, Lilia resaltó que “a pesar de su muerte, decidimos seguir haciendo lo mismo”, y a partir de la difusión que fue logrando el lugar y las donaciones pudo sostener su proyecto.

“Recibimos también de una juguetería de la ciudad de Buenos Aires la entrega de peluches que vienen con fallas. Yo les digo ‘dámelos igual’ porque para nosotras salvo la muerte todo tiene arreglo”, subraya.

Mientras que a su vez pone en práctica el lema que asegura sirvió para mentalizar al grupo de abuelas para poder desarrollar esta tarea y consiste en “reciclar todo”, algo que les “llevó tiempo aprender, hasta que se le fue tomando la mano”.

Las entregas

Lilia explica que las entregas se llevan adelante en escuelas y jardines del estado, hospitales como el Garrahan y en los comedores o centros comunitarios, que no solo pertenecen a Lanús, sino a distintos puntos del conurbano bonaerense, de la ciudad de Buenos Aires e incluso del interior del país.

En estos sitios las abuelas entregan ropa, calzado, peluches y juguetes para los chicos, de quienes antes de llegar averiguan sus edades para saber “qué tipo de juguete darles, porque dependiendo la edad no van a necesitar lo mismo”, enfatiza la presidenta de Abuelas del Corazón.

“Cuando les entregamos algo a los chicos lo único que les pedimos es que nos den un beso, un abrazo y que nos digan abuela. Eso nos llena el alma y es algo que extrañamos mucho hacer con la pandemia”, sostiene Lilia.

La situación de pandemia por el coronavirus hizo que se suspendieran desde marzo las entregas al ser las nueve mujeres que actualmente integran el centro de jubilados “personas de riesgo”.

Reciben donaciones de todo tipo

“Durante 10 años viajamos a distintos lugares del país con las abuelas. La única condición que ponemos es que nos ayuden con el transporte, porque somos todas personas que recibimos la jubilación mínima”, remarca.

Los lugares que ya visitaron las Abuelas del Corazón incluyen sitios muy lejanos como las Termas del Río Hondo en Santiago del Estero y la localidad de San Pedro, en Misiones, lugar en el que se encontraron con “muchas necesidades, como la de chicos que les faltaba zapatillas, andaban descalzos. Por lo que estuvimos curándoles los pies”, destaca Lilia.

La vida sin el centro

Los meses de pandemia por el coronavirus modificaron por completo la vida de las Abuelas del Corazón y la de Lidia, quien resalta que extraña juntarse con sus compañeras y ver a los chicos, estar en contacto con ellos.

“Este año decaí muchísimo. Necesito hacer lo que hago, es algo que nos hace falta, porque nos hace bien el contacto con los chicos y trabajar, poner la mente en algo que es importante y nos ayuda a tener la mente ocupada a nuestra edad. En mi caso es terrible”, confiesa Lidia.

En ese sentido, señala que “las abuelas están angustiadas” y si bien con algunas se puede mantener en contacto por grupo de WhatsApp, hay otras que “no saben usar por su edad, porque hay desde personas mayores de 70, 80 hasta 90 años”.

“Hay una mujer de 92 años que viaja en transporte público desde Lomas hasta el centro para ayudarnos, ese es nuestro espíritu”, subraya Lidia, quien espera para lo que viene su deseo de que “la pandemia pase y se pueda volver a hacer lo que hacíamos, que nos hace mucha falta”.