Por Francisco Nutti 
@frannutti 

Pablo S. y Elizabeth M. están casados, tienen un hijo y se conocieron hace 15 años, por la tragedia de Cromañón. La madrugada del 30 de diciembre, él sobrevivió al horror y debió ser internado en el Hospital Argerich, donde trabajaba su actual mujer, una kinesióloga especialista en rehabilitación cardiorrespiratoria que desde el primer momento lo ayudó con su tratamiento y fue fundamental para rehacer su vida.

"Aquella noche yo estaba de vacaciones en Corrientes, tomando algo con amigas, cuando nos enteramos por Crónica de que hubo un incendio en un boliche de Capital. A los tres días, tuve que regresar a la ciudad de Buenos Aires para trabajar porque necesitaban profesionales de inmediato. En ese marco fue que lo conocí a Pablo, quien permanecía internado en terapia intensiva", le contó la mujer a Crónica.

"Cuando empezó a tocar Callejeros, vimos que el techo comenzó a prenderse fuego y una gran cantidad de humo se expandió por el lugar. Las luces se apagaron y el caos fue total"

Luego, expresó: "El primer trato que tuve fue profesional, pero con más acercamiento y calidez de lo habitual por la desgracia que había pasado, ya que habían fallecido tres amigos suyos. Él estuvo con respirador una semana así que era más difícil comunicarse. Sin embargo, cuando se lo retiramos, pudimos hablar, me pidió el número de mi celular y a los pocos días que le dieron el alta fuimos a almorzar. Ese fue el comienzo de una relación hermosa".

El caos, en primera persona

Una hora antes de la desgracia, Pablo se ubicó junto a sus seis amigos en el primer piso de Cromañón, en un sector cercano a los baños, donde -sin saberlo- escaseaba el agua y no había ventilación. Todos ellos habían ido a ver a la banda telonera Ojos Locos, por un vínculo afectuoso que los unía desde la infancia.

"Cuando empezó a tocar Callejeros, vimos que el techo comenzó a prenderse fuego y una gran cantidad de humo se expandió por el lugar. Las luces se apagaron y el caos fue total", dijo y continuó: "Me quemaba la garganta. Siempre doy el ejemplo de que respirar era como hervir arena en una olla y tragarla con una cuchara".

Los segundos pasaron y, en medio de la oscuridad, el boliche se convirtió en un infierno aturdido por gritos desgarradores de hombres, de mujeres, de adultos, adolescentes y de niños que intentaban salir. Según reconoció Pablo, quien se desvaneció en el salón y estuvo poco más de 40 minutos inconsciente hasta que fue rescatado, "la temperatura alcanzó los 300 grados".

"Literalmente nos estábamos cocinando", describió. "De mis seis amigos, dos de ellos murieron dentro y otro de la infancia, Sebastián Suárez, entró y salió tantas veces para salvar gente que en una de esas no volvió", lamentó. La tragedia le dejó secuelas pero también le trajo un amor.

Le hizo entender que, entre tanto dolor, también había una vida por delante. "Sufrí todo tipo de heridas, quemaduras internas en la vía respiratoria, la tráquea. Quedé miope por la presión ocular, se me murieron células de los ojos. Y estuve con respirador ocho días en la terapia intensiva del Argerich, donde Eli hacía guardia los martes. Así la conocí", precisó.

"Empecé a entablar una relación con ella, nos gustamos, nos enamoramos y en 2005 nos fuimos a vivir juntos. Hoy es mi esposa, la mamá de mi hijo. Es la mujer con la cual me apoyé porque tuve una depresión muy grande, a tal punto de querer quitarme la vida. Me pregunté miles de veces por qué mis amigos murieron y yo sobreviví. Ella me acompañó, me escuchó, me ayudó a salir de ese pozo, fue la mujer que iluminó mi camino", dijo.

Y concluyó: "Es cierto, nos unió Cromañón, gracias a Cromañón yo soy padre y tengo una mujer hermosa a mi lado. Sin Cromañón yo no la hubiese conocido. Se sacrificaron vidas, pero también vino mucha vida después. Hubiese preferido que no fuera así, pero es lo que ocurrió".