Por Mariano Cerrato 
@marianodcerrato 

A 16 años de la tragedia de Cromañón las heridas siguen abiertas. Aquella noche, 194 personas perdieron la vida en el boliche ubicado en el barrio porteño de Once, durante un recital del grupo Callejeros. Una velada que debía ser de celebración se transformó en la peor de las pesadillas para los más de 4.000 jóvenes presentes en el lugar, que estaba habilitado sólo para 1.000.

A las 22.50 de ese 30 de diciembre del 2004, una bengala inició el incendio en un boliche repleto de irregularidades, que se convirtió una trampa mortal, tanto para los jóvenes que no lograron escapar, como para aquellos que sí pudieron, pero guardan secuelas físicas y psíquicas irreparables.

"Es como si tuviera culpa de haber sobrevivido, eso es lo que siento muchas veces. ¿Por qué les tocó a otras personas y no a mí?", se pregunta con angustia Ezequiel Carrizo (39 años), sobreviviente de esa fatídica noche, quien enfatizó en diálogo con Crónica que seguir con vida fue producto de "una lotería".

A Carrizo lo acompañaron dos amigos desde Villa Fiorito hasta el boliche, del cual recuerda que "estaba tan lleno que no podía ni levantar un brazo" y sentía "el presentimiento de que algo iba a pasar". "Cuando empezó todo caímos sobre gente, gente debajo y sobre nosotros, con los pies en el aire y sin poder levantar los brazos. El humo empezó a bajar hasta la altura en la que estábamos nosotros y se cortó la luz, mientras la gente gritaba. Con el tema de las puertas era un embudo. Tenían una cadena enorme, empujaban y no se rompían. Son recuerdos que no se borran", destacó.

El incendió provocó la muerte de 107 de las víctimas por asfixia, 9 por intoxicación, 14 por neumonía o neumopatía y sólo 14 por quemaduras, producto de la inhalación de cianuro de hidrógeno, dióxido y monóxido de carbono, entre quienes se encontraban tres chicos menores de 12 años y una bebé de 10 meses.

"No fue una tragedia"

Silvia Bignami era la mamá de Julián Rozengardt, a quien describió como "un adolescente típico, un tipazo, un tipo lleno de amigos y deportista, con una novia y lleno de planes", que perdió la vida con 18 años recién cumplidos en Cromañón. Por eso, aseguró: "Fue una masacre, no una tragedia".

"La primera cosa que hay que decir es que no tuvo nada que ver la droga y el alcohol con lo que sucedió en ese incendio. El 40% de los chicos que murieron fue porque volvieron a sacar a otros chicos. Cuando se habla de alcohol o de droga se quiere responsabilizar a los chicos, que fueron las víctimas. Ninguna de las autopsias registró alcohol, incluida la de mi hijo", resaltó Bignami.

Cromañón tuvo entre sus consecuencias más importantes las condenas a Omar Chabán, gerenciador del boliche y fallecido en 2014, a 10 años y 9 meses de prisión; al mánager de Callejeros, Diego Argañaraz, a 5 años; al dueño del local, Rafael Levy, a 4 años y 6 meses; al subcomisario Carlos Díaz, a 8; a la funcionaria de Control Comunal, Fabiana Fiszbin, a 4; a la adjunta, Ana María Fernández, a 2 años y seis meses, y a los músicos de Callejeros, a entre 3 y 7 años. Además, fue arrastrado el entonces jefe de gobierno, Aníbal Ibarra, quien fue destituido de su cargo a través de un juicio político.

Sin embargo, la referente del grupo Movimiento Cromañón resaltó que si bien se lograron esos objetivos, en realidad "los cambios tienen que ser culturales, más profundos, para que haya justicia". "Cuando no termina de haber justicia, es como que los hechos se repitieran simbólicamente", destacó Bignami, quien consideró que el Estado debe cumplir un rol fundamental en los controles de estos sitios para que "no se repita".